Ahora le toca el turno a la que alcanza la trilogía y cabe la posibilidad de que todo gire sobre lo mismo: la Jovovich como ser que merece ser filmado.
Entre los motivos para el rechazo, o cuando menos estupefacción, que generó la primera adaptación de Resident Evil a la gran pantalla, destacaba el de la evidente confusión que padecía la cinta dirigida por Paul W.S. Anderson, quien ya había probado suerte en el tema con una triste Mortal Kombat y que desde entonces en Resident Evil se ha limitado a ejercer de guionista. Confusión porque las cosas como son: si uno pretende firmar con una marca tan conocida una película de suspense y acción, lo mínimo que cabe pedir es algo de proximidad y coherencia con su ambientación, sus rasgos, y no una simple coincidencia temática -más cuando lo de los zombies ha dado para tantas visiones diferentes durante décadas- y una ocasional utilización de algunos nombres del argumento original.
En lugar de todo eso la primera RE (2002) tenía aspecto de serie B, de presupuesto limitado, de telefilm europeo para emisión en cadena local. Y, oh sí, a Milla Jovovich reinando como diva cuyas formas trazadas por algún ser superior le permitieron atender a su capricho de cambiar la pasarela por unos decorados metálicos para desfilar -una vez más, desfilar-, con algo más de ritmo. La pregunta una y otra vez, la misma ¿alguno de sus responsables había siquiera echado un vistazo al videojuego? ¿se fijaron en algo más que en ella después?
Probablemente por cuestiones comerciales en las que no vamos a entrar, Milla se declaró fan del videojuego como Angelina Jolie hizo en su momento con Tomb Raider y como, en definitiva, ha hecho cualquier actor/actriz que han interpretado personajes surgidos del sector, como vano intento de congraciarse con un público bastante cansado de vanas promesas y faltas de respeto. Pero lo cierto es que muy pocas partidas hacían falta para intuir las arrolladores virtudes del primer Resident en 'la play': un miedo atmosférico, unas instalaciones en que reina la oscuridad y se combina la elegancia clásica que encarna su mansión con el poder de la naturaleza que la rodea, y un protagonista que pertenece a un grupo de adiestrados luchadores modernos que se ven aislados y sometidos al salvajismo animal al que han sido reducidos sus anfitriones.
Curiosamente estas virtudes las conseguía Capcom (la compañía desarrolladora del videojuego, para los profanos) haciendo uso de enfoques estáticos para permitir que la antigua playstation luciera buenos gráficos sin obligar a su motor a que intentara moverlos globalmente, y la cámara y sus enfoques eran una parte importante del encanto, con lo que su hábil sucesión de planos con técnicas cinéfilas habría bastado para que en el cine las emociones hubieran sido más intensas. Quizá algo de “machinima” (esas películas que crean aficionados-freaks basándose en los propios motores de los videojuegos, ver www.machinima.com) habría bastado para hacer algo mejor. Qué demonios, habría sido verdaderamente sencillo hacerlo.
Y posiblemente por ello, si bien RE2 Apocalypse no era para celebrar fiestas ni tirar cohetes si obtuvo algún tanto más (como alguna escena en colegio infestado) a pesar de que el tipo de miedo seguía desenfocado, logrando confirmar que Resident Evil como producto cinéfilo, tenía sus propios rasgos totalmente aislados e independientes (más allá de uno o dos nombres) del 'survival' que le había hecho nacer.
Ahora le toca el turno a la que alcanza la trilogía y cabe la posibilidad de que todo gire sobre lo mismo: la Jovovich como ser que merece ser filmado. Más atendiendo su argumento. Siguiendo posiblemente el planteamiento de 28 días/semanas después, el virus finalmente se ha descontrolado por el mundo, y Alice (M.Jovovich), que por algún motivo confuso fue convertida en centro de experimentos para darle poderes sobrenaturales, debe al mismo tiempo luchar para que un convoy de supervivientes (integrado por unas 30 personas) alcance Alaska como refugio frente a los no muertos, como evitar tanto a zombies como al ejército de Umbrella que quiere recuperarla. Y por su fiera poco, entretando librará una batalla genética en su cuerpo contra el virus que le han inyectado.