El error se ha perpetuado desde que se decidió llevar al cine un videojuego mítico.
La idea del apocalipsis responde en uno de sus sentidos a la sensación de que cuando todo se ha ido de las manos, lo mejor es volver a empezar. Desde esa perspectiva, Resident Evil como saga merecía y demandaba desde su misma gestación un Apocalipsis que acabara con ella y nos diera la oportunidad de volver a empezar.
Y no porque Extinción sea una película abominable: se trata simplemente del error que se ha perpetuado desde que se decidió llevar al cine un videojuego mítico y que parte de una confusión en sus señas de identidad que no ha inquietado a sus responsables en ningún momento.
Si su nombre, por el contrario, no hubiera hecho referencia a una marca con unas características tan marcadas, si, por ejemplo, se hubiera acudido a otro más rimbombante y propio de la serie B tipo “Sexy-bomb contra los ultramuertos”, o si sencillamente se hubiera optado por algún otro videojuego menos relevante, las entregas al servicio de Milla Jovovich habrían sido -in crescendo- unas irrelevantes historias de aventuras, con sus inevitables momentos de ridículo, contándonos el enfrentamiento de una mujer todopoderosa contra zombies. Un género en el que además todo tiene cabida.
Pero por el contrario en Capcom (creadores del videojuego) vendieron barata su licencia, les preocupó poco la fidelidad con el concepto que habían creado o, simplemente, creyeron que el cine de estos días tiene su propio funcionamiento, que resulta más rentable acogerse a los recursos fáciles (la chica de portada, las escenas descerebradas) y dejaron hacer a los “profesionales”.
Extinción, con todo, podría pasar por una nueva y decente acometida de muertos vivientes al poder. Su recreación del mundo agotado, con torpes referencias a Mad Max, un más torpe homenaje a Los Pájaros, y un repertorio de personajes al que importa poco ver morir, es digerible y en ocasiones hasta interesa. La Jovovich, que en algunos planos parece cubierta por un velo photoshopeado que le da un aspecto más propio de Sky Captain and the World Of Tommorrow, añade su vertiente telequinésica a una naturaleza demasiado invencible para un calado emocional. Pero siendo tan arrolladoramente bella, hasta parece lógico que sea invencible. Los zombies no asustan pero sí crean un cierto respeto, el entorno aparece lo suficientemente depurado para olvidar lo que había empezado con soberana cutrez en la primera parte...
Con todo y al hilo de lo anunciado al principio, lo mejor es quedarse con la idea del Fin con mayúsculas, esperar que se cumpla a propósito de su argumento. Este, consciente en todo momento de la importancia de la baza ucraniana, así parece entenderlo en su desenlace, donde en una escena entre lo grotesco y lo utópico nos plantea que tras terminar el mundo conocido hay opciones de uno mucho mejor.
Algo que sería deseable que sucediera con Resident Evil.