Avanza de forma bastante rutinaria y previsible y la manera de resolver finalmente el caso es sencillamente inverosímil.
En una época en la que tristemente están tan de moda los asesinatos y desapariciones de menores, El caso Wells toma como punto de partida el tema para acabar hablando de la infinidad de atroces perversiones que un enfermo sexual es capaz de cometer.
En ese sentido, la película plantea cuestiones moralmente interesantes y preguntas de difícil respuesta como la del trato que deben recibir las personas que han violado o abusado en el pasado, así como su reinserción en la sociedad o su dudosa posibilidad de cura. Como se dice en la cinta, “no importa lo que hayan hecho, sino lo que puedan hacer a partir de ahora”. Entre sus aciertos, centrar la historia en unos funcionarios con un cargo público, personajes que desempeñan un trabajo diferente, más allá de la clásica pareja de policías que deben resolver el caso.
Sin embargo, aquí se acaba toda la originalidad posible. El funcionario que interpreta Richard Gere es, una vez más, un maduro solitario y amargado, traumatizado por un pasado del que no logra escapar, violento y obsesivo al que dan la patada para dar paso a una joven inexperta e inocente que tan sólo desea hacer las cosas del modo más correcto posible. La desaparición de una chica, probablemente a manos de una de las personas que debe supervisar Gere, le concede a éste la última oportunidad de su vida para redimirse y enseñar todo lo que sabe a su sucesora. La relación entre ambos avanza de forma bastante rutinaria y previsible y la manera de resolver finalmente el caso es sencillamente inverosímil.
Globalmente el film funciona siempre que se vea sin más pretensiones que la de pasar un "buen-mal rato", El caso Wells pretende reflexionar sobre la maldad humana mientras trata de entretener al espectador con la resolución de un misterio. Como tantas otras tramas de asesinatos y desapariciones de los últimos años, cae en el error de emular a Seven, escena final de los amarillentos y desiertos campos con terrible duda de desenlace incluida. También como en anteriores ocasiones, sale bastante mal parada en la comparación al regodearse su director en las escenas más sádicas de forma innecesaria y abusar de un montaje exagerado y ruidoso que logra exasperar al espectador más que impresionarlo.
La interpretación de Gere no ayuda a aumentar la calidad, si bien tampoco la perjudica como en otras ocasiones, mientras el resto del reparto está correcto sin que sobresalga nadie en particular. A modo de curiosidad, la presencia de la cantante canadiense Avril Lavigne, cuya participación en la película se limita a ser anecdótica.