Hace unas semanas se estrenaba La joven Jane Austen una especie de biopic ficticio de una de las escritoras más ilustres de la literatura inglesa. Para ello su director se hizo valer de un compendio de sus más conocidas obras con que elaborar lo que podía haber sido su vida, una historia llena de pasiones no correspondidas plasmadas en relatos como Sentido y sensibilidad o Orgullo y prejuicio por citar alguna de ellas. La fómula ya había sido utilizada con otro insigne de la literatura, Shakespeare en Shakespeare in love, todo un éxito de público y premiada con varios oscar.
Los franceses no iban a ser menos, y por eso esta semana le ha llegado el turno al escritor Jean Baptiste de Poquelin,o lo que es lo mismo, Molière, pretexto perfecto para evocar una de sus obras más conocidas Tartufo a través del paralelismo establecido entre su genial trabajo y sus propias andanzas.
Su director, Laurent Tirard sostiene que en muchas de las biografías de Molière se menciona la misteriosa ausencia del autor cuando contaba con veintidós años. Esta excusa sirve al argumento y a su guionista Gregoire Vigneron para rellenar ese espacio de tiempo dando un enfoque muy diferente a su figura, transformando a este icono academicista en un ser que siente y padece justo antes de convertirse en uno de los más grandes autores de la historia.
La acción, situada en el año 1644, nos presenta a un joven dramaturgo asediado por las deudas contratado por un necio marqués con el único objeto de enseñarle su método interpretativo y así conseguir los favores de una joven estirada. A partir de ese momento, la comedia de enredo hace acto de presencia e invita al espectador a conocer de primera mano el clásico Tartufo abordándolo de una manera modernista sin abandonar los trajes de época.
El filme reune un elenco sobradamente capacitado para dar vida a unos personajes que resuelven las situaciones que plantea la narración de manera inspirada. Cabe reseñar la fabulosa interpretación de Fabrice Luchini, magnífico actor galo cuya labor nos remonta a la fantástica Ridicule.
Tras su sofisticada ambientación que nos remonta a la Francia del siglo XVII, la cinta nos descubre una historia que conserva el espíritu de las obras del autor de El misántropo por medio de la comedia, género que cultivó a lo largo de su vida. Pero lejos de aspirar a ser una obra redonda, sus aventuras logran desprenderse del, en ocasiones, cargante clasicismo de la época, resolviendo situaciones de manera más cercana, algo que ayuda a que el simple entretenimiento llegue al espectador sin ningún esfuerzo, y también sin mayor pretensión que la de hacernos pasar un buen rato.