El cómico televisivo Jerry Seinfeld ejerce de motor de Bee movie, nueva película animada de la factoría Dreamworks, produciendo y guionizando una historia donde el protagonista es otro simpático bicho más. En este caso se trata de una abeja que, ante las monótonas expectativas laborales que le depara su incorporación al mundo adulto de su colmena, decide echar un vistazo al exterior. Es entonces cuando conoce a una humana con la que entabla amistad, y al enterarse de cómo nos apropiamos de la miel que tan laboriosamente produce su especie, decidirá emprender acciones legales.
Se antoja baladí que exijamos a cada nuevo estreno de este tipo de cine una obra maestra que innove en lo visual y deje satisfechos por igual a todos los miembros de la familia. Ni siquiera los chicos de Pixar han podido evitar bajones en su trayectoria –no hablemos ya de la saga de Shrek de Dreamworks–, así que deberíamos considerar que son injustas muchas de las críticas negativas que se han ido vertiendo sobre Bee movie, por cuanto su finalidad básica es únicamente entretener y hacer reír, dos objetivos que consigue, aunque a ratos tenga querencia hacia el modo de hacer de la Disney.
Dirigen el debutante Simon J. Smith y un Steve Hickner que ya había participado en El príncipe de Egipto. La animación y el diseño de personajes son bastante buenos, sencillos pero eficaces, y con detalles ingeniosos que dan más color al resultado final. El guión transcurre casi siempre en la delgada línea entre lo infantil y lo más adulto, y sólo chistes puntuales protagonizados por actores como Ray Liotta, John Travolta o el músico Sting serán disfrutados en mayor medida por los más maduros de la sala. Y qué decir del trauma que puede sufrir algún pequeño cuando vea lo que hacen con su idolatrado Winnie the Pooh...
Lo mejor que se puede decir de la cinta es que irradia color y entusiasmo, y que en muchos pasajes resulta tan trepidante que es difícil pararse a pensar sobre un cierto vacío que aqueja a su guión, con una segunda parte que avanza a trompicones y por terrenos del absurdo mal entendido. Al final la sensación que deja es agradable, y ni siquiera desentonan las voces de Arturo Valls y María Adánez, dobladores de los dos protagonistas. Ojalá cada nuevo estreno de cualquier género cinematográfico –y es fácil pensar por ejemplo en el de terror, de capa caída últimamente– mantuviera al menos un nivel similar al de esta producción. Ya sería mucho.