Qué alivio siente uno cuando, tras enfrentarse a la que a priori va a ser un pestiño de película, se sorprende al ver que los peores presagios no se confirman. En el caso de El gurú de las bodas estábamos claramente ante una comedia norteamericana cortada por uno de esos patrones previsibles a fuerza de haber sido utilizados anteriormente sin ningún tipo de consideración en cientos de cintas similares. En el caso que aquí nos ocupa, la trama gira en torno a un pringadillo que va a casarse con una chica bastante despampanante; ante la falta de buenos amigos a los que invitar a la boda, decide recurrir a un servicio de padrinos de alquiler, de lo que se derivarán un buen número de situaciones cómicas.
Como decíamos, y pese a lo que pudiéramos esperar, nos topamos finalmente con una historia que va transcurriendo a fuerza de clichés, pero sin regodearse en ellos hasta la extenuación. Además, se van introduciendo unos cuantos toques de humor verbal o físicos bastante certeros –el chiste a costa de Los Goonies, la escena del “secuestro”, la persecución policial, el guiño a Perdidos– que ayudan a que broten risas e incluso alguna carcajada durante la proyección.
Cierto es que estamos ante un film que podría echar atrás a más de uno, ya que pretende ir de transgresor e irreverente, pero sin embargo juega bien sus cartas de humor gamberro –que no chabacano– y logra que la escasa hora y media que dura se pase volando mientras vemos cómo evolucionan las desventuras del protagonista y sus aliados, conformando una especie de buddy movie que no pasará a la historia del género ni permanecerá demasiado tiempo en nuestra memoria, pero que al menos entretiene sin recurrir a los recursos más trillados. Esto no llega al nivel de Resacón en Las Vegas o Cómo acabar con tu jefe, pero si te reíste con dichas películas a buen seguro no saldrás excesivamente defraudado en esta ocasión.
Buena parte del peso lo llevan con efectividad los cómicos Josh Gad y Kevin Hart, que saben cargar la función a sus espaldas y crean un buen rollo que se transmite al espectador. Insistimos: la cinta no es nada del otro jueves, pero sabe dosificar sus cartas cómicas para sorprender esporádicamente y mantener enganchado al público. Conviene advertir, eso sí, que también hay trozos más reposados que echan un poco para atrás, por tópicos, y le hacen perder enteros.