El cine supuestamente comprometido creado desde Europa o Estados Unidos, ése que quiere enseñarnos las miserias de un tipo de vida que por desgracia es menos afortunada que la de los habitantes del mundo civilizado, suele caer repetidamente en la misma trampa: poner al hombre blanco como protagonistas de sus historias, confiando en que el rostro hollywoodiense de moda atraiga a un buen número de espectadores, alguno de los cuales puede que finalmente acabe pillando el mensaje que subyace en cada una de dichas cintas. Dos ejemplos recientes son Diamante de sangre (Edward Zwick, 2006) o Un corazón invencible (Michael Winterbottom, 2007), pero la lista se nos antoja muy larga.
En 14 kilómetros el realizador Gerardo Olivares, jugando en una liga bien distinta a la de las producciones arriba mencionadas, le otorga el protagonismo absoluto a tres emigrantes subsaharianos que partirán de Malí y Níger con el firme propósito de alcanzar las costas españolas y comenzar una nueva vida en nuestro país. Así pues, donde hasta ahora teníamos a unos secundarios rozando el anonimato que padecían casi en silencio mientras los guapos protagonistas soltaban largas peroratas sobre cómo se había llegado a esa situación, ahora nos encontramos con unos seres de carne y hueso que sufren lo indecible para intentar iniciar una nueva vida lejos de sus tremendos sinsabores diarios, huyendo de un marido no deseado o en busca de un contrato millonario en algún club de fútbol de postín.
Como ya hiciera en su anterior La gran final, el realizador crea una trama partiendo de una situación real: la ruta de la inmigración de la que apenas somos conscientes cuando toca a su conclusión, cada vez que en las noticias nos cuentan que un nueva embarcación ha naufragado en el estrecho de Gibraltar (el título del film hace referencia a su longitud), o que sus integrantes han alcanzado nuestras costas en un estado físico lamentable.
Con esos mimbres, y con la ayuda de un tremendo talento para plasmar en imágenes los distintos paisajes que atraviesan los personajes (no en vano Olivares ha realizado varios documentales para National Geographic) vamos asistiendo a la persecución de un sueño, una quimera que mueve en dirección norte a un número impresionante de la población africana, desangrando dicho continente –como acertadamente señala uno de los secundarios en un momento determinado– y empobreciéndolo más todavía si cabe, al centrar tantos de sus habitantes todas sus energías y casi todo su dinero en escapar de allí.
El producto resultante es una combinación de realidad y ficción (en muchas partes de la película nos vemos obligados a preguntarnos sobre cuán difícil debió de ser el rodaje, o qué escenas no se planificaron pero encontraron su hueco en la película), una historia honesta que huye de los maniqueísmos para hacer que nos identifiquemos con un inmigrante cualquiera. 14 kilómetros se hizo merecedora de la Espiga de Oro de la pasada Seminci de Valladolid, que por primera vez en 52 ediciones premiaba a una película española. Por algo será.