Un compositor sin demasiado éxito, Dave Seville (Jason Lee), se topa en su camino con tres ardillas que accidentalmente han acabado fuera de su querido bosque, y descubre que el talento vocal del que hacen gala los animalillos puede enderezar su carrera musical. Eso sí, como condición previa Dave deberá aguantar cómo las ardillas ponen su mundo laboral y sentimental patas arriba, apenas lo justo para alargar la película hasta un metraje aceptable y de paso intentar con poca fortuna arrancar alguna sonrisa a los espectadores.
Casi todo en Alvin y las ardillas puede calificarse de exageradamente básico. El sencillo argumento arriba reseñado se completa con algunos tópicos de cajón sobre la fama, una vez que el trío protagonista triunfa, y está trufado de lugares comunes que sonrojarán a cualquiera que sobrepase la edad ideal para visionar este film, aproximadamente unos 9 o 10 años.
Las tres ardillas que llevan la voz cantante son puros estereotipos (en eso se ha respetado la serie de dibujos animados donde se han basado): el líder, el intelectual y el gordo de pocas luces. El pobre Jason Lee, que sin lugar a dudas ha estado al servicio de guiones infinitamente mejores –los de su amigo Kevin Smith o en la televisiva Me llamo Earl, sin ir más lejos– hace lo que puede con una historia que no da para más, y cuyo humor se basa en el manual más elemental: caídas, golpes y daños materiales que causan más indignación que risa.
Además, al tono simplón hay que añadir que Alvin y las ardillas está ambientada en pleno período navideño, con lo que ello conlleva de edulcoramiento de la trama y de las canciones. Capítulo aparte merecen estas últimas, ya que las irritantes voces con que las tres ardillas entonan las diversas composiciones que aparecen en la cinta hacen que cueste entender lo que dicen las letras... y cuando las entiendes casi desearías no haberlo hecho.
En resumidas cuentas, los adultos puede que la aguanten media hora como mucho, pero luego resulta tan predecible que se vuelve insufrible. Los más pequeños de la casa quizá le encuentren algún valor, pero se corre el peligro de que cuando se hagan mayores quieran dirigir una versión más castiza de esta producción. ¿No tiemblan ya de pánico al pensar en Los Pitufos Maquineros: La película?