Hace un par de años tuvo una notable repercusión y éxito la película francesa Los chicos del coro (Christophe Barratier, 2004). En ella, un grupo de niños internados en un centro por problemas de diversa índole encontraban cierta redención a sus malestares a través de la música y la figura paterna de uno de los profesores y director del coro interpretado con tino por Gerard Jugnot. En La aventura de los águilas (Jean-François Davy, 2006) encontramos una repetición de ese esquema donde la naturaleza y el espíritu de equipo vienen a sustituir a la música y a la figura paternal.
Los águilas son un grupo de boy scouts que durante cinco días deben enfrentarse al reto de alcanzar un refugio de montaña en los alpes franceses, cerca del Mont Blanc, antes que otros equipos. Estamos en el año sesenta y el despertar sexual e intelectual de los protagonistas se dibuja sobre el fondo de una década más abierta a la sexualidad y con las noticias sobre la guerra de Argelia como contraluz. Los águilas está formado por niños casi adolescentes de diverso origen y condición: el seductor y líder, el sensible y rebelde, el agresivo, el escéptico e indolente, el intelectual, el enfermizo... Cada uno arrastra su historia individual dentro de su pesada mochila durante la ascensión a la montaña y cada uno es víctima de su personalidad y errores en ese entorno hostil pero justiciero en el que se transforma la escarpada ladera.
El problema es que ninguno de los personajes de esta película coral está completamente dibujado en su complejidad. Son absolutamente planos. Cada uno de ellos se comporta exactamente acorde a su caracter en cada una de las secuencias de la cinta, sin que quepa variación o transformación en su forma de pensar debido a la peripecia y dificultades vividas. Exceptuando que todos quedan fundidos en un entrañable espíritu de compañerismo que les ayuda a superar la aventura y convertirse en personas normales en un lamentable epílogo que enumera el modesto pero reinsertado futuro que espera a cada uno de ellos.
Tampoco acierta Jean-François Davy en esta historia basada en un hecho autobiográfico a contar con tino como actúa la naturaleza en la lección a favor de los muchachos. A pesar de que en cada roca que doblan los chicos asomándoles a un paisaje hermoso una grandilocuente e irritante música ataca al espectador, no existe ningún otro vínculo ni reflexión sobre ello en la historia. Especialmente patética es la aparición repetitiva de un águila magnífica que sobrevuela el periplo de los críos en cuyo significado religioso e incluso divino en la salvación milagrosa de uno de ellos preferimos no ahondar.
Fallida y anticuada película en su concepción y estructura, sin riqueza ni ambición expositiva que pasa de puntillas por encima de conflictos sociales y personales a favor de ilustrar una edulcorada y confortable historia que olvidaremos pronto.