Mimzy, más allá de la imaginación
Más (y más) literatura infantil
Historia entretenida para los más pequeños y donde los adultos también encuentran un espacio sin caer en el sopor extremo
Aún colea la cacareada Brújula dorada en cartelera y ya se hace hueco otra adaptación de la literatura infantil. Junto con tantas otras producciones de similar factura, su propósito radica en llenar las arcas de la industria del entretenimiento a falta de originales historias que llevar a la gran pantalla.
El relato parte de un cuento escrito hace más de sesenta años por Henry Kuttner y C.L. Moore en el que se narra el asombroso descubrimiento realizado por los niños Noah (Chris O'Neil) y Emma (Rhiannon Leigh Wryn) a raíz del encuentro con unos juguetes muy especiales: unos increíbles objetos venidos del futuro con el único fin de salvar a la humanidad de la extinción absoluta. Por medio de la telepatía, los juguetes se comunican con los niños para desgracia de unos padres sometidos al ostracismo (Timotty Hutton y Joely Richardson, auténticos peleles en esto de la fantasía infantil).
Con estos elementos, el director Bob Shaye construye en Mizmy, más allá de la imaginación un filme poderosamente imaginativo en el que los efectos especiales insuflan vida a una historia entretenida para los más pequeños y donde los adultos también encuentran un espacio sin caer en el sopor extremo. Discurre, por derroteros donde la fantasía ocupa un lugar privilegiado al igual que el protagonismo infantil, tal y como parece obligar en un estreno navideño.
Es por ello también que todo pretende ser un muestrario de buenas intenciones. Así el futuro se presenta como una vuelta al hippismo de los años sesenta, donde la gente pulula por verdes y floridos prados cogidos de la mano, una especie de neoliberalismo pasado de rosca que se da de bruces tras la aparición de la empresa que lidera esa nueva concepción del mundo (los microchips encargados de la creación de los juguetes pertenecen a la poderosa multinacional Intel, menudo chasco).
Con todo, no podemos olvidar que Mizmy (título del filme que da nombre a un conejo de trapo erigido aquí como mesias de la nueva era) responde a una fórmula repetida hasta la saciedad en cualquier producto destinado a un público juvenil y como tal, sí logra su propósito al mantener calladitos a los niños durante la proyección.