Frente a la solidez del plan urdido por los responsables del universo cinematográfico (y televisivo) Marvel, palidecen otras propuestas que nos llegan tanto desde la tradicional competencia –DC Comics sigue dando palos de ciego intentando dar con la clave del éxito, de momento sin demasiada coherencia– como por otros estudios que todavía retienen los derechos fílmicos de otros personajes de dicha editorial: si bien las adaptaciones de X-Men aguantan el tipo, los constantes reboots de otras franquicias parecen indicar que el mercado no está listo para ciertos personajes... o que no se saben manejar con la pericia adecuada.
Una década después de la primera versión en cines de la Primera Familia de Marvel –obviaremos la que, pergeñada por el mismísimo Roger Corman, nunca llegó a ser estrenada–, dirigida por Tim Story y con una secuela igualmente prescindible, llega la pertinente relectura de la historia de estos cuatro investigadores de lo increíble. Lo hace salpicada de declaraciones nada halagüeñas por parte de alguno de sus responsables: su propio director, un Josh Trank que había llamado la atención gracias a Chronicle, ha rajado todo lo que ha podido de ella, y es probable que en Hollywood le hagan el vacío a partir de ahora.
Si normalmente solemos acusar que este tipo de cintas de superhéroes sobrepasen las dos horas de duración, y nos gustaría que se hubieran usado más las tijeras en la sala de montaje, lo cierto es que en estos 4 Fantásticos la sensación es justo la contraria, ya que los tiempos de la historia están mal administrados y echamos en falta más minutos para poder profundizar algo en los personajes y para identificarnos en mayor medida con la trama. Así pues, la parte introductoria de la historia se alarga lo indecible –prácticamente la mitad del metraje sin que suceda nada realmente relevante–, cuando se podía haber aligerado. Después el argumento va evolucionando durante su nudo, pero cuando finalmente se resuelve lo hace de forma tan acelerada que el inicio de los títulos de crédito casi nos pilla por sorpresa.
Otro problema del film es que no sabe actualizar el cómic del modo que lo han hecho por ejemplo en Marvel con sus Vengadores, que beben sobre todo de versiones más actuales y rompedoras de las historias clásicas. Pese a introducir algún cambio sugerido por sus versiones ultimate –en vez del primigenio viaje espacial, aquí los protagonistas consiguen sus poderes gracias a una puerta cuántica–, 4 Fantásticos peca de esquemática y de recrearse en la simpleza de su propia estructura, orientada además para adolescentes actuales: Miles Teller no da el tipo como el empollón Reed Richards, pero tiene tirón entre la juventud; se mete con calzador una carrera de coches, para los fans de Fast & Furious; hay muchos subrayados irritantes, por si no hemos pillado bien ciertos detalles; se nos insiste en el romance típico de siempre, así como en una relación paterno-filial de manual barato; tenemos a las agencias estatales malísimas de toda la vida...
Sin ofrecer ni un atisbo de riesgo, y tomándose demasiado en serio a sí misma, la película hace agua por demasiadas partes. Por cada (buena) demostración de los poderes de Reed hay una referencia de cajón a Julio Verne, o se nos justifica de forma paupérrima el modo en que los personajes (incluyendo un delincuente y un atolondrado adolescente) acaban implicados en un proyecto científico serio de tal magnitud. En definitiva, podemos confirmar que Josh Trank sabía de lo que se hablaba cuando la calificó de desastrosa.