El film divierte y entretiene, cumpliendo así el único objetivo para el que fue creado, esto es, el puro y simple espectáculo.
Primero fue Alien. Después Predator. Y con ellos el cine de monstruos dio un paso decisivo en su camino hacia la conquista del gran público, pues nombres como Christian Niby (“El enigma de otro mundo”) o Mario Bava (“Terror en el espacio”), verdaderos precedentes de este (sub)género, eran únicamente conocidos dentro de círculos minoritarios adeptos al género fantástico y de terror. Los estudios supieron ver el tirón comercial de las dos criaturas, convertidos en auténticos iconos del cine de terror y ciencia ficción, y dieron luz verde a una espectacular saga que parece no tener fin. Inicialmente por separado (cuatro Alien y dos Predator) y luego juntos, con hasta la fecha dos Aliens vs. Predator dando un total, nada más y nada menos que ocho películas. Y a ellas hay que añadirles el resto de productos que, estrategias multimedia mediante, siempre las acompañan: videojuegos, cómics, juguetes, etc. Un supersistema que se alimenta del éxito cosechado gracias a que con ellos la acción, la intriga y el terror están siempre servidos.
Pero, ¿qué aporta esta nueva película a la saga? Lo primero es que aparece en escena un nuevo personaje, el "predalien", una especie de híbrido nacido de un Alien que incubó en su interior a un Predator, tomando algunas características de este último (básicamente la que es su seña más distintiva: las rastas). Según los directores, los debutantes hermanos Strause (conocidos principalmente por su trabajo de efectos especiales en films como Titanic, Terminator 3, la saga X-Men o 300), el predalien es alrededor de un 80% alien y un 20% predator, aunque el acelerado ritmo del metraje no permite apreciar nítidamente todos los matices formales de la nueva criatura.
El ritmo es precisamente la clave para entender esta cinta, pues seguramente generará dos tipos de reacciones en el público: aquellos que acepten y se sientan inmersos en las trepidantes y espectaculares escenas de lucha de los dos bichos; y aquellos que no se sientan partícipes de esa orgía de imágenes montadas a una velocidad incapaz de seguirse para el ojo humano, a imagen y semejanza de cualquier videoclip. Sea lo que fuere, lo cierto es que el film divierte y entretiene, cumpliendo así el único objetivo para el que fue creado, esto es, el puro y simple espectáculo.Y en esto, la enorme calidad de los efectos especiales tiene mucho que ver (no olvidemos la procedencia de los directores) haciendo que prestemos más atención a los aspectos técnicos que al inexistente guión de unos humanos en apuros que, irónicamente, no pierden el sentido del humor a pesar de ir cayendo como moscas.
Finalmente, destacar la propuesta de incorporar un reparto joven y poco conocido (aunque repleto de estereotipos), cuya función no es otra que la de brindar algo de humanidad en una producción donde los verdaderos reyes son los bichos, sus peleas y viscosidades. Por cierto, que el desenlace huele a tercera parte.