Un guión capaz de comprimir una novela amplísima que continúa funcionando y emocionando en pantalla porque la esencia de la historia permanece.
La literatura posee la virtud de proporcionar a sus lectores la posibilidad de imaginar y dar vida en su cabeza a aquello que están leyendo. Las novelas, por tanto, tienen tantas vidas, como lectores.
Las adaptaciones cinematográficas, sin embargo, obligan a unificar todos esos mundos en uno solo, un creador que nos impone su propia visión plasmada en imágenes. El inconveniente de las adaptaciones reside, por tanto, en la dificultad de complacer a aquellos que poseen ya una idea preconcebida de la historia.
El problema aumenta cuando la novela es célebre y muy popular. La riqueza del imaginativo mundo literario de García Márquez ha atraído siempre al cine. A pesar de las dificultades para plasmar con verosimilitud las historias sin caer en el ridículo más absoluto, la obra del colombiano ha sido objeto de varias traslaciones a la pantalla que, por lo general, no acostumbraban a estar a la altura. El amor en los tiempos del cólera, sin ser una gran película, consigue salir bien parada del complicado reto, gracias, fundamentalmente, a un guión capaz de comprimir una novela amplísima que continúa funcionando y emocionando en pantalla porque la esencia de la historia permanece.
El amor como enfermedad, con síntomas similares a los del cólera, destroza a unos a la vez que salva a otros muchos. Definida por su propio director, el inglés Mike Newell, como un “thriller del corazón”, la cinta indaga en los fascinantes y tortuosos caminos del amor y la esperanza humana. Florentino Ariza, un hombre con voluntad de hierro, ingenuo, romántico y perseverante, Fermina Daza, una mujer pragmática y contradictoria que debe decidir entre el amor puro pero irreal de Florentino o la vida segura al lado de un médico engreído y sensible, conforman el complicado triángulo de esta historia de amores contrariados que reflexiona sobre las decisiones que cada uno toma en vida, así como de la dolorosa e inevitable costumbre humana de preguntarse lo que habría pasado si hubiésemos elegido otro camino diferente al tomado.
El prestigioso guionista de El pianista o Conociendo a Julia, Ronald Harwood asume con valentía la difícil tarea de adaptar una historia que se inicia a finales del siglo XIX para terminar en la primera mitad del XX. Estos complejos saltos temporales son sorteados también con corrección por un trío de actores que deben interpretar a sus personajes desde la juventud hasta la vejez, pasando por la edad adulta, tan sólo ayudados por un discutible maquillaje. Rodada en escenarios naturales de Cartagena de Indias, la producción cuenta con varias hermosísimas y sencillas canciones de la colombiana Shakira, que acentúan aún más la belleza de los impresionantes parajes de su país natal.
Con un director inglés, un guionista sudafricano y actores españoles, italianos, estadounidenses, colombianos, brasileños o mejicanos, El amor en los tiempos del cólera conforma un interesante mosaico de nacionalidades. Sin embargo, es una lástima que, debido a su vocación internacional y a su procedencia económica, tengamos que oír a los actores recitar en inglés las frases de una de las mejores y más bellas novelas escritas en castellano.