Takeshi Kitano no es un cineasta al uso. El autor japonés más intelectual de la actualidad –por lo menos, el más popular- es a la vez el creador de uno de los concursos más delirantes y felizmente desenfadados de la historia de la televisión: “Humor Amarillo”; sí, aunque parezca una broma, detrás de aquellos gloriosos talegazos japos –¡ay!, se me cae la dulce lagrimilla de la nostalgia- estaba el director de “Zatoichi”.
Kitano, ya con una dilatada carrera como cineasta “cultureta”, por primera vez cuenta una historia ajena y de sobra conocida por la cultura nipona, el mito de Zatoichi, el Samurai ciego. No obstante, la hace completamente suya mezclando el amor con el humor, la sangre con la mística, y el resultado siempre es grande. Con reminiscencias del western más crepuscular y homenajes claros a su maestro patrio Kurosawa, como los “7 Samurais” o el propio remake yanqui de “Los 7 Magníficos”. Todo con unos justos golpes de humor –todo hay que decirlo, muy oriental- que recuerda al manga más hiperbólico.
Especialmente destacable los sanguinolentos espadazos de samurai sobre los cuerpos de las víctimas; por medio del grafismo y el 3D los chorretones de sangre que saltan al aire con cada corte de katana son –sin ningún ánimo de casquería- especialmente bellos y poéticos, y eso antes del estreno en nuestro país de “Kill Bill”.
Una obra exótica pero cercana, intensa y silenciosa que se pasa en un suspiro y eso es algo que el público agradece, por algo la cinta ha recibido el Premio del Público en las últimas ediciones de los Festivales de Berlín y Sitges. Takeshi Kitano…un tipo raro al que quizá nadie le ha echado en cuenta su extraordinario parecido –por la gestualidad, digo- con el mayor y más genial cara palo de la historia del cinematógrafo: Buster Keaton.