Parece que, de un tiempo a esta parte, la cinematografía patria se gusta a sí misma. La buena racha de resultados, tanto creativos como de taquilla, ha sumergido a la industria fílmica de la piel de toro en un período de clara bonanza, circunstancia que no se había dado desde bastantes años atrás. Si bien público y crítica no siempre se ponen de acuerdo, es cierto que hemos ido encadenando más de un caso donde ambos sectores se mueven al alimón, pavimentando un camino que nunca debió de avanzar: basta fijarse en los vecinos franceses, con su ritmo constante de producciones alabadas en más de un sentido, para sonrojarnos ante lo que pudo ser y casi nunca es, al menos de Pirineos hacia abajo.
Javier Ruiz Caldera, que en el pasado ha mostrado su desparpajo para lanzarse con gracejo y buenos resultados a empresas de dudoso éxito a priori, tales como adaptar al modus operandi hispano las películas de parodias (Spanish movie) u homenajear al John Hughes del El club de los cinco (Promoción fantasma) antes de encabezar el renacimiento fulgurante de la comedia de enredo (3 bodas de más), se pone al frente de un proyecto que adapta las clásicas historietas de Manuel Vázquez. Ahora que Marvel parece imparable gracias a sus superhéroes, los personajes del noveno arte español prueban suerte: el propio realizador repetirá en un futuro próximo a los mandos de la traslación a la pantalla grande de Superlópez, tras las recientes incursiones de Mortadelo y Filemón o Zipi y Zape.
Yendo al grano, sorprende encontrarse con una película que, partiendo de un recibimiento escéptico por parte de los amantes del cómic y del cine, consigue construir un mundo respetuoso con las locuras de Vázquez, hilvanando además una comedia de acción sin fisuras que nos guía a lo largo de su metraje sin mostrar señales de fatiga. Estamos ante una de esas cintas a las que, en definitiva, se entra en la sala para sacarle defectos pero termina por convencernos de sus virtudes y deja tras de sí un más que agradable recuerdo en las retinas.
Dentro de este remedo de James Bond –a la antigua y a la española, faltaría más– destacan los actores en su conjunto, bien dirigidos por Ruiz Caldera. Los diálogos también saben convencer al más pintado, y hay un buen puñado de situaciones memorables. Así pues, esta nueva revisitación humorística de los mitos de los agentes secretos (últimamente las vamos encadenando, entre Kingsman: Servicio secreto u Operación U.N.C.L.E.) nos reporta un buen sabor de boca, a caballo entre las entrañables historietas de nuestra infancia –aunque no se apegue con excesivo respeto a su estructura básica– y una modernización necesaria pero respetuosa, abriendo el público objetivo a nuevas generaciones que tal vez jamás hayan hojeado las aventuras de Anacleto. Un nuevo acierto de su director, y un nuevo paso en firme del cine español.