Por primera vez, tras las duras críticas a Airbender, M. Night Shyamalan dio síntomas de flaqueza. Contemplar cómo película tras película hasta sus más fieles optaban por desertar y la dureza de la crítica al adaptar la serie de Nickelodeon pareció demasiado para él, y tras unas declaraciones en que confesaba poco menos que eso es lo que él podía aportar y que no entendía la dureza de los detractores, su siguiente proyecto no ayudó: el fiasco incluso mayor de Smith padre e hijo en After Earth. Sin duda la situación pintaba mal, y todo hacía augurar que las grandes distribuidoras en adelante recelarían de un realizador que había ido desinflándose progresivamente en taquilla, e incluso había perdido su aura de topo en Hollywood.
La visita es en ese sentido un producto seguro a medida de un cineasta necesitado. El miedo funciona con facilidad, y en el género del metraje encontrado ha permitido aguantar una saga (Paranormal Activity) por si solo, con lo que a poco que uno le ponga oficio si tiene un pasado en el suspense, debería poder firmar unas cifras de recaudación dignas.
Eso no significa, en cualquier caso, que estemos ante un simple producto comercial o que la propuesta sea despreciable: lejos de eso, quienes quieran una dosis del género, tendrán una más que potable. En ella nos encontramos a los hijos de una divorciada quejumbrosa que lleva sin ver a sus padres desde que huyó de casa con el hombre que a la postre la abandonaría. En la visita a sus abuelos perdidos, pronto empiezan a ver que estos tienen algún que otro problema con la normalidad, algo que irá degenerando de forma, eso sí, muy vistosa. Y con secuencias por el camino hechas no ya para impactar, sino para erizar el vello y quedarse grabadas en nuestras retinas por lo grotesco de su escenificación.
El balance global de La Visita, ha de ser positivo atendidas sus circunstancias y limitaciones. Shyamalan sigue siendo habilidoso y tiene una notable capacidad para diferenciarse que, bien llevada, da para productos muy correctos aun cuando en caso como el que nos ocupa estén lejos de trascender. Quizá durante un tiempo deba centrarse en hacer las cosas siguiendo el pragmático dictado de las modas, apostando sobre seguro, y buscar ahí cómo seguir diferenciándose. Y cuando recupere el crédito, volver a intentar algo. Quizá entonces le salga algo tan especial como La Joven del Agua… y haya aprendido a moderar sus estomagantes defectos.