Las adaptaciones cinematográficas de videojuegos siguen sin correr excesiva suerte, al menos a la hora de trasladar sus aciertos a un séptimo arte que necesita otro tipo de estímulos de cara al espectador. Hitman: Agente 47 supone el nuevo intento de dar vida fílmica al personaje, tras aquel Hitman dirigido por Xavier Gens en 2007, y que tan tibios resultados cosechó a todos los niveles.
En esta ocasión, el debutante Aleksander Bach se pone tras las cámaras para ilustrar un guión donde han metido mano expertos en el thriller de acción como Skip Woods (Sabotage, El Equipo A, Operación Swordfish, la quinta entrega de La jungla) o Michael Finch (Predators, La conspiración de noviembre). Mezclando elementos variados de diversa índole se pone en marcha una historia que nos recuerda a las que suele apadrinar o comandar Luc Besson –hay cosillas de Transporter o Lucy diseminadas aquí y allá–, y que apenas aporta nada reseñable a lo ya visto en productos de similares características.
Nos hallamos ante un thriller que tiene todos los componentes necesarios para que acabemos echando pestes de él. Ramplón, previsible e irrisorio, no nos interesan lo más mínimo las andanzas de estos asesinos –el protagonista y su máximo rival– casi todopoderosos salvo cuando las necesidades dramáticas así lo exigen. Las persecuciones y los tiroteos están a la orden del día, aburriendo por su esquemático desarrollo y por las barrabasadas que incluyen. Si al menos el film no se tomara tan en serio a sí mismo la cosa ganaría enteros, pero así no hay manera.
Tampoco logra engancharnos la trama de la chica implicada en la acción, y nos tiran para atrás unos diálogos que de puro básicos y solemnes mueven a la risa. Para colmo de males, un actor que parecía apuntar maneras como Rupert Friend (Homeland) se ve sepultado por la risible impavidez de su personaje, condenando de entrada a una cinta que hace treinta años hubiera buceado sin problemas por las estanterías de la serie B en cualquier videoclub de barrio.