La institución del jurado, la forma jurídica de plasmar la esencia de la democracia en la justicia -que todos juzguen, que todos yerren-, es además del instrumento típico del sistema anglosajón la pieza central de esta nueva adaptación de un relato de John Grisham.
No es éste un gran descubrimiento, el creativo nombre lo pone en evidencia, de la misma manera que su firma ya dice algunas cosas de qué es lo que El Jurado ofrece fiel a sus rasgos y animadversiones.
Conocido es que Grisham inició su vida profesional en una poco gratificante posición de abogado, que le hizo ganar una perspectiva para sus relatos, y un motivo para buscar en ellos -o en lo que fuera- otro lugar del que seguir viviendo. Los excesos del sistema, agrupados en el poder omnímodo del dinero y en una visión exacerbada y distorsionada de la democracia, se encuentran en varias de sus obras aunque aquí pueden encontrar más terreno para diseccionar aspectos básicos. Cómo un grupo de personas ajenas a todo conocimiento legal, concretan en su decisión el resultado de la sentencia, es el tema principal al que se pretende golpear desde varios frentes.
Alterado el objeto del juicio respecto a la obra inspiradora -el tabaco, cambiado aquí por la industria armamentística-, éste sirve de igual forma como motivo económico capaz de hacer que todo se tambalee. Después, la naturaleza individual y débil de cada uno de los miembros integrantes, enfatizada con el efectismo propio de toda la producción en su selección, se usará para demostrar su manejabilidad al servicio de una de las partes.
La acusación de corte filántropo, la defensa de los vendedores de muerte, y terceros incordiantes con intenciones propias, ponen en escena a varios bandos que escenificarán cine de juicios sin excesos en lo procesal, con recurrencias argumentales en cuanto a aportaciones de engaño, arenga y demagogia. Ello además de inevitables emociones algo desvaídas que escapan en su conclusión de la oscuridad que a la historia le era propia.
El conjunto de actores ayuda a escenificar un guión correcto considerado con independencia de sus mensajes, algunos diálogos con ideas de repetido uso aunque siempre vigentes, no eluden una aportación global discreta dentro delas películas de toga y mazo en que todos los intereses se manifiestan impúdicamente, ello mientras cojea la credibilidad, tocada desde la misma idea de plantar cara a la venta de armas ante tribunal.