Tras el entretenimiento sin complejos que fue Pacific Rim, Guillermo del Toro retoma su vertiente de amante del género fantástico y de terror, esa que en su momento nos entregó El espinazo del diablo o El laberinto del fauno, pero que en el fondo siempre tiene en mente de un modo u otro cuando se mete en una nueva producción; para confirmarlo basta con fijarse en los monstruos lovecraftianos de la saga de Hellboy, que también sirvieron de inspiración para los alienígenas de la mentada Pacific Rim.
En La cumbre escarlata el orondo realizador mexicano se alía con Matthew Robbins –con quien ya colaboró en la lejana Mimic– y Lucinda Coxon para pergeñar un relato de corte clásico que obviamente nos trae a la mente los nombres de Edgar Allan Poe o el propio H.P. Lovecraft, de quien, recordamos, Del Toro lleva muchos años intentado adaptar En las montañas de la locura, proyecto que nunca parece comenzar a materializarse.
No estamos ante una de las cintas más memorables de su máximo responsable. Puntúa alto en todas las facetas donde se espera un mero ejercicio de estilo (gótico) –ambientación, vestuario, fotografía, música–, pero por desgracia el género hoy en día no da para mucho más, y la premisa argumental se queda algo corta para las dos horas que estamos sentados en la butaca. Tras una presentación que se nos antoja excesiva y algo aburrida –el lenguaje peca de recargado y pasteloso–, la llegada a la casa que da título a la película tampoco consigue hacer despegar la historia, puesto que los elementos que por allí se hacen desfilar los hemos visto bastantes veces ya, incluido un misterio de fondo que no lo es tanto si el espectador es un poco perspicaz.
Probablemente Del Toro esté más que satisfecho con los resultados de su criatura. Artesano de productos funcionales, manteniendo siempre un equilibro entre las sensaciones agradables y cierto aire de decepción en casi todas sus películas, nos tememos que esta vez no ha dado en el clavo. La cumbre escarlata no da suficiente miedo, y tampoco hallaremos en ella ni rastro del sentido del humor socarrón que en el pasado ha logrado levantar otros de sus filmes.