Richard, un profesor de Cambridge con dos pasiones en la vida –la literatura romántica clásica y las mujeres– irá dando bandazos durante una temporada debido a la interacción de ambas aficiones. Saltando de una mujer a otra, e incluso de un país a otro, su vida se irá complicando rápidamente, dando pie a una comedia amorosa supuestamente ingeniosa pero que obtiene unos resultados francamente insuficientes.
No se puede poner demasiados reparos a la labor de los actores: Pierce Brosnan cada vez está más a gusto en sus roles de madurito cínico y vividor (todavía tenemos bastante reciente Mejor otro día), y sabe cargar con la película a sus espaldas. Salma Hayek cumple sin más, aunque a veces da la impresión de no estar demasiado bien dirigida y sobreactúa. Malcolm McDowell, por su parte, sabe destacar a pesar de sus escasas intervenciones como padre del protagonista. Jessica Alba, sin embargo parte, apenas pasa de hacer lo habitual y esperable en ella: ser una cara bonita y poco más.
Más allá de las caras implicadas en el proyecto de Tom Vaughan –director de cintas discretas como Algo pasa en Las Vegas y Medidas extraordinarias, o directamente infumables como Peligrosamente infiltrada–, la historia no tiene el más mínimo interés. El guion de esta comedia romántica es tan endeble, previsible y poco trabajado –las casualidades bobas, de vergüenza ajena, están al nivel de cualquier sketch de “Matrimoniadas”– que únicamente siendo muy benévolos se conseguirán sobrellevar una trama sin chispa ninguna. Puestos a rescatar algo, digamos que resultan mínimamente curiosos los apuntes sobre las diferencias entre las universidades inglesas y las americanas, así como las peculiaridades culturales o lingüísticas entre ambos países, pero es algo meramente anecdótico.
Se agradece, al menos, que no se trate de un film desmedidamente vejatorio para con el espectador, y que su duración sea la apropiada para no acabar echando demasiadas pestes de ella: en cuanto se completa la hora y media de metraje se echa el telón. Sea como fuere, es una pena haber desperdiciado las posibilidades que ofrecía narrar una historia de un mujeriego empedernido interpretado por alguien como Brosnan, a quien se le nota que hubiera dado (aún) más de sí con un libreto mejor entre las manos.