Enésima producción sobre el mundo del narcotráfico, Sicario, el debut como guionista de un actor de segunda fila en series como Taylor Shardian y que dirige el realizador de la esperada segunda entrega de Blade Runner Denis Villeneuve, ofrece dos horas de notable tensión y de personajes entregados a una causa de victora improbable.
Con el protagonismo en manos de Emily Blunt, su personaje estará probablemente lejos de poder encarnar ningún ideal feminista: implicada en un juego de conspiraciones para articular una guerra sucia que se ha impuesto para los personajes de Benicio del Toro y Josh Brolin, el de Blunt no hace más que darse de bruces con una realidad mucho más dura que ella, apenas reducida a una voluntariosa con actitud que expone reiteradamente sus numerosas debilidades.
Por lo demás Villeneuve acierta en el tono y particularmente en el pulso. México ha demostrado a golpe de noticiario su potencial para historias descarnadas donde la humanidad no parece siquiera ni una aspiración en el entorno de las luchas alrededor de las drogas y unas fuerzas de seguridad incapaces de mantenerse limpias en la disputa.
Probablemente el principal acierto de Sicario se encuentra en la forma de expresar su realidad, de dar pie a la crudeza sin necesidad de recrearse en ella. Lejos de quienes han de subrayar visceralidad y mutilar en plano cerrado, esos rasgos aparecen como una parte más del decorado en el que unos y otros juegan los papeles que la vida les ha ofrecido y a los que se han entregado de distinta forma.
Es por ello fácil concluir que a pesar de que una producción más dedicada al género bien podría resultar poco estimulante, estamos ante una de las películas mejor llevadas de los últimos meses y una gran apuesta por una tarde de buen cine.