Resulta impensable hablar de Ahora o nunca sin nombrar en la primera frase al hombre que le da razón de ser, ese hombre pegado a unas gafas de sol llamado Jack Nicholson. Su mérito reside en el carisma que desprende este auténtico corredor de fondo, consciente de haber sabido manejar a la perfección toda su carrera a pesar del esfuerzo que supone mantenerse en el cada vez más enloquecido mundo del espectáculo. Pero el show debe continuar y ahí está el gran Jack para darnos sabias lecciones de sarcasmo puro y duro a través de un personaje hecho a su medida, tal y como lleva mostrándonos en sus últimas comedias. Pero no nos equivoquemos, que esto no es la segunda parte de Mejor imposible aunque su estilo contenga más de una similitud.
En este caso, el trasfondo se coloca en una vena más dramática dado que la idea parte de una situación en apariencia, lejana a toda sonrisa. En Ahora o nunca Jack Nicholson, y otro portento que no necesita presentación, Morgan Freeman, dan vida a dos enfermos de cáncer que deciden darse una última alegría al cuerpo antes de dejar este mundo. Para ello elaboran una lista de las cosas que les gustaría realizar antes de morir.
Es curioso como la sintonía entre dos actores es capaz de alzar una película que en un principio parecía desembocar en el más absoluto de los desastres. La pareja pone toda su energía al servicio del filme haciendo disfrutar al espectador de una complicidad que se agradece en todo momento, puesto que sin ellos la función evidenciaría una dirección realizada con piloto automático marca Reiner, cineasta capaz de realizar celebrados clásicos contemporáneos como Cuando Harry encontró a Sally o La princesa prometida, aunque últimamente ande perdido en comedias de medio pelo. Esta, sin duda podría ser una de ellas, con momentos torpes, pero otros enternecedores y siempre jugando con la empatía de los dos auténticos protagonistas, seductores de la imagen. Capaz de entretener a toda la platea, la consabida mezcla de drama y comedia tan del gusto de la audiencia no tiene ánimo de complicarse en demasía. Puede que su paso por la cartelera no deje una huella imborrable en la trayectoria de sus actores principales, pero ni falta que hace.