Las críticas que nos habían ido llegando de Krampus nos hablaban de un intento de emular aquella maliciosa Gremlins (Joe Dante, 1984) que tan buenos ratos nos proporcionó en su época, y que mereció convertirse en generador de calcos como Critters (Stephen Herek, 1986), que pese a sus similitudes lograba mantener el tipo frente a la cinta original. Esa socarrona mezcla de Navidad, terror y bichos hace muchos años que dejó de tener continuidad, pero desde luego más de un espectador nostálgico estaría expectante por ver qué podía dar de sí en este terreno el realizador Michael Dougherty (Truco o trato).
El film tiene una premisa resultona –cuando una familia pierde la fe en la Navidad aparece un ser terrorífico que causa estragos entre ellos–, pero por desgracia no tarda en empezar a hacer aguas por todas partes. No hay manera de comulgar con los personajes, ni a través del dibujo que se hace de los mismos (los diálogos son bastante ramplones) ni por la labor interpretativa (apenas salvaríamos a la ya veterana Toni Collette). La mezcla de humor y terror se torna batiburrillo absurdo, y el ritmo no tarda en flaquear, provocando el aburrimiento –e incluso la desesperación– en el patio de butacas.
Según va avanzando la historia nos damos cuenta de que la película es un tobogán que va a aterrizar en un charco repleto de barro: a cada nuevo minuto van surgiendo nuevos desatinos que irritan, y que desafían los límites del absurdo mal entendido. A mitad de camino entre el horror y la comedia, sin embargo, ni asusta ni genera excesivas sonrisas, y el producto resultante va deambulando sin un propósito claro, haciendo que nos preguntemos a quién se le ha podido ocurrir asociar los mentados Gremlins –o Poltergeist, otra de las referencias usadas por los críticos– con esta película mediocre, que parte de un mal guion y falla en su posterior ejecución, dando pie a un montón de situaciones sin pies ni cabeza.
Los únicos puntos positivos de la cinta serían la ambientación y los efectos especiales, partiendo del hecho de que no estamos ante una película de gran presupuesto, pero de todos modos la vergüenza ajena pesa mucho más que dichos factores atenuantes, y el esperpento resultante nos dejará, mucho nos tememos, un recuerdo muy negativo. Una pena.