Con motivo del estreno de la cuarta entrega de las aventuras de Indiana Jones hace ya 7 años, la crítica que publicamos en Fandigital tras el preestreno recibió a fans indignados antes incluso de que la película llegara a las carteleras y pudieran juzgar aquello que ciegamente defendían. Hubo que esperar un tiempo para que superado el entusiasmo de los fundamentalistas se empezara a asumir de forma generalizada que aquella cinta no había hecho otra cosa que explotar con desgana una saga que habría estado mejor dejar en el recuerdo como mítica. Queda por ver en ese sentido cuánto tiempo ha de pasar para que superada la emoción de una nueva entrega de Star Wars, y con algo más de equilibrio, se pueda afirmar sin herir sensibilidades que estamos ante una película, más que mala, innecesaria.
Ciertamente no compartirán la afirmación quienes se obcequen en las cifras de taquilla abrumadoras, en el hecho de que los récords se marcaran desde la preventa, en otro síntoma de entusiasmo que venía cargado desde el principio, y que explicaba lo inevitable de seguir adelante cuando incluso el propio George Lucas había mostrado su incapacidad para estar a su altura de sus hallazgos pasados, cediendo el testigo a una Disney que en la explotación de grandes marcas lo está haciendo mucho mejor de lo que demuestra este estreno.
Una vez más, Star Wars emplea a sus elementos más icónicos, la música, los nombres legendarios, las idas y venidas de naves y espadas láser, para esperar que el público que ha comenzado el show vitoreando al logotipo que inicia la proyección (el culto a las marcas en su máxima expresión) se deje llevar sin cuestionar mucho más de lo que pasa en pantalla. Como que cualquier elemento de nueva incorporación, como sucedía en los episodios I al III, fracase estrepitosamente a la hora de buscar algo similar a lo que sugerían los originales. Que no haya siquiera un poco de acierto añadiendo un secundario, sea un ser extravagante, un robot (una esfera con cabeza R2D2 parece una revolución relativa) o incluso una nueva espada (véase los lásers laterales en la del villano, que en principio deberían suponer más riesgo para él que para sus rivales).
Pero si además añadimos que el villano de la función queda reducido a una caricatura sobreactuada sin más capacidad para sugerir algo que el desvarío de conservar la máscara retorcida de Darth Vader para volver a tirar de emociones pasadas, o que J.J.Abrams, en la peor de sus diligentes administraciones de recursos tira de uno habitual en serial y ha de eliminar a un personaje icónico para epatar, no podemos sino concluir que el imaginario de Star Wars merecía más de lo que da este séptimo episodio, que incluso debía haber conservado algo tan inalcanzable hoy día como dejar reposar una leyenda que era mayor sin apéndices deslavazados.
Probablemente la conclusión más desoladora, viendo la entrega fan, es que cuando estos convirtieron la afición en religión olvidaron los motivos, las cualidades, por las que lo hicieron. Y con episodios como este, buena ocasión para abandonar el barco y no alimentar al monstruo, nunca se habría construido una saga de culto. La misma que se retroalimenta sin descanso y sin remedio tirando de los mismos recuerdos que torpemente mancilla.