Hace unas semanas nos quejábamos del escaso favor que la película de Antonio Mercero ¿Y tú quién eres? hacía en su afán de reivindicar a los cuidadores de los enfermos de Alzheimer y en señalar la gravedad que está adquiriendo esta enfermedad en nuestra sociedad. Cuando parece que hemos logrado que nuestro cuerpo se mantenga en activo durante una media de 70 años sin grandes problemas, es nuestra mente la que está dando señales de no haberse aclimatado a esa longevidad, acuciada por enfermedades que nos expolian lo que somos sin hacernos un solo rasguño físico.
Jordi Solé Tura ha estado presente en los más significativos acontecimientos recientes de nuestro país. Hijo de panaderos, estudio derecho casi a hurtadillas entre hornada y hornada de pan, con los apuntes de un compañero. Completó un expediente brillantísimo que le valió su entrada al profesorado de la Universidad en Barcelona. Allí entró en contacto con la militancia del PCE en el exilio. Sus conocimientos, aplomo e inteligencia le pusieron pronto cerca de la dirección del partido. Desde ahí hasta su juramento como ministro de cultura bajo el mandato de Felipe González, Bucarest traza una ajustada y emocionada biografía de este político y jurista desde el punto de vista de su hijo Albert, autor de este documental y compañero a la fuerza del recorrido vital de su padre durante las emisiones clandestinas de Radio Pirenaica, la actividad universitaria, el exilio en Francia, la excisión del PCE, la cárcel, la creación de Bandera Roja y el PSUC, la redacción de la Constitución ("mi hermana", en palabras del propio Albert), las primeras elecciones democráticas y la designación como ministro.
Albert Solé, hijo de ese exilio que por medidas de seguridad le hizo creer durante años que era búlgaro como Puskas, o francés, cuando en realidad era húngaro como Kubala, o lo que tocase, realiza un sencillo y hermoso documental recopilando fotos y testimonios familiares, imágenes de archivo no demasiado explotadas y visitando en la actualidad los lugares por los que transitó su padre. Completa y salvaguarda así la memoria que Jordi ha perdido por completo, como está sucediendo a otros protagonistas de aquella época, sin ir más lejos, Adolfo Suárez. Es necesario destacar la acertadísima música que David Giró ha compuesto para el film ayudando a dar el tono de pérdida emocionada que Albert busca con sus imágenes.
La última secuencia del documental (y también imagen del cartel de la película) muestra un laberinto de setos donde Jordi juega con su nieta. Es esta una inteligente referencia a la secuencia de la muerte de El Padrino en la que el autor vaticina el futuro próximo de su padre y donde nos regala el significado no sólo de la situación mental de Jordi, sino además, del destino de cualquier sociedad ante la pérdida de su memoria.