Tras la merma en el Comando Nafarroa, a mediados de la pasada década, la cúpula de E.T.A. intenta reforzar sus acciones -su gente- en Pamplona. Con ellos se topará Arián, una joven simpatizante activa de Jarrai; ella trabaja manejando marionetas, creando fábulas para niños; en ellas, los malos son los del sur, y el bueno, el caballero del norte, siempre aconsejado por una sabia serpiente...En sus ratos libres, Arián se dedica a la lucha de calle, manifestaciones activas y no siempre exentas de violencia hacia los contrarios.
A partir de este sugestivo planteamiento, el debutante y maduro Eduard Bosch aborda la inmersión de un alma blanca -a través de los ojos de la siempre luminosa Ingrid Rubio- dentro del terrorista. Arián sentirá la amarga distancia entre el pataleo juvenil -Jarrai- y pasar al grado superior, al empuñar un arma y tener que apretar el gatillo ante una víctima que pide clemencia a gritos, alaridos de vida escapándose que parten los tímpanos.
Aparte de los inevitables golpes de similitud, de sana inspiración, con "Juego de Lágrimas", lo que más fascina de este Viaje -a parte de su obvia valentía de planteamientos- es la atmósfera que respira, lo cómodamente que las imágenes van drenando la pantalla. Planos labrados, de belleza de Gran fotógrafo, personajes redondos, creíbles y con matices -cosa poca usual-; es cierto que quizá flojea algo en la mitad de su metraje, pero la hora final que cierra el trabajo es un poderoso crescendo continúo -y bajada a los infiernos- de Arian, una paloma machada de amor y sangre, que cierran con contundencia y carácter, pero siempre con esperanza, este maduro y altivo tránsito de director debutante.