Al minuto de haberse iniciado Rise nos encontramos la siguiente escena: una tórrida Lucy Liu está sentada en un sofá en actitud provocativa, con las piernas en expansión, mientras que antes ella se exhibe una rubia de buen ver, ataviada con un tentador conjunto de lencería del que poco a poco comienza a desprenderse. La tensión sexual puede cortarse con un cuchillo.
Ante este despliegue con claro tufillo lésbico es normal que un espectador inquieto se pregunte sobre el tipo de público que se ha pensado como ideal para esta película, detalle que lastra la historia desde su mismísimo arranque, y que al fin y al cabo tampoco es que tenga demasiado que ver con su desarrollo posterior.
La mentada escena sirve además de gancho para que luego, durante un largo flashback, rebobinemos y nos cuenten la historia de Sadie, una periodista que se mete en líos mientras realiza unos reportajes sobre tribus urbanas y termina convertida en vampiresa, a consecuencia de lo cual buscará vengarse de los malvados seres de la noche que han jugado con su destino y destrozado su vida.
Rise es básicamente una cinta de venganza entre vampiros, con algunas características que nos recuerdan también a las producciones protagonizadas por superhéroes y similares que se estrenaron durante la décadas de los 80 y 90, como por ejemplo los pocos elementos que se ponen en danza: el héroe (heroína en este caso) transformado tras una experiencia traumática, el malo y sus lugartenientes, y apenas uno o dos secundarios más. Títulos como Robocop, Darkman o El cuervo son difíciles de disociar de este modelo de historia, pero por desgracia suponemos que el film que aquí nos ocupa no pasará a la historia junto a las antes citadas, sino quizá más bien en el mismo cajón que la prescindible Bloodrayne (Uwe Boll, 2006).
Aunque Rise se aguanta sin demasiadas complicaciones hasta su último minuto, hay demasiados detalles que la hunden y evitan que logre el aprobado. Las interpretaciones son malas por lo general (sólo el rudo Michael Chiklis consigue despertar algo de simpatía); el villano principal se diría salido de una opereta, con sus frases ultrasobadas; el cambio de personalidad de la protagonista es sencillamente increíble (de cándida reportera a despiadada exterminadora en apenas unas secuencias); el estilo videoclipero abundante en estas producciones acaba por agotar nuestras retinas, como casi siempre; además, se cometen bastantes errores flagrantes de raccord (busquen, busquen), y el guión avanza a base de explicaciones forzadas y varias elipsis muy mal usadas.
En definitiva, recomendada para seguidores del género vampírico sin demasiadas exigencias, así como para fans de la señorita Liu, principal reclamo de esta producción.