Dreamworks sigue fiel a su política de explotar sus creaciones al máximo. Aunque Kung Fu Panda nunca ha sido una de sus franquicias que más entusiasmo despierta a priori –Madagascar y sus spin-offs, Shrek o incluso Cómo entrenar a tu dragón tienen más alicientes que ver a un oso panda desplegar sus habilidades en las artes marciales–, lo cierto es que la saga ha ido aguantando el tipo sin dejar decaer su calidad, soportando bien el paso de los años y ofreciendo con regularidad un producto digno para toda la familia.
El mayor atractivo en esta ocasión es el importante salto cualitativo en la animación, que resulta francamente espectacular. Además, el despliegue narrativo de ciertos pasajes –con guiños al lenguaje del cómic– logra alegrar la vista al más pintado. Tampoco resulta desdeñable que la película continúe apostando por mirar hacia Oriente, utilizando reflexiones filosóficas y conceptos como el chi, en torno al cual gira el meollo de la historia. En este sentido, no se puede decir que la compañía de animación opte por caminos mil veces trillados, detalle que siempre es de agradecer.
Otro punto a favor de esta tercera entrega es el buen uso del slapstick, que proporciona sin duda los mejores momentos del film, por contraposición al humor basado en diálogos y situaciones, que no termina de ser redondo del todo (algo ya conocido por los seguidores de la saga). Todo ello se conjura para ofrecernos una cinta ligera, fantasiosa y colorida, aunque bastante previsible y olvidable cuando llega la hora de hacer el balance definitivo. Pese a todo, hay que reconocer que la misma falta de ambición de Dreamworks sirve por un lado para evitar que la película peque de pretenciosa y muerda más de lo que puede tragar, pero por el contrario también termina por infantilizar algo el resultado final.
Especialmente recomendada para los aficionados a las películas de artes marciales (o para quienes quieran que sus retoños se inicien en dichas artes) debido a las ágiles secuencias de peleas, esta nueva continuación de la franquicia no aporta nada nuevo ni busca la trascendencia, pero resulta coherente con los personajes y su universo, y se ve sin molestia alguna, dejando en nuestras retinas un buen puñado de imágenes espectaculares.