Una vez más, la relación entre literatura y cine se hace palpable en nuestras carteleras. La novela Cometas en el cielo apareció allá por el 2003 de la mano del autor Khaled Hosseini, escritor afgano afincado en Estados Unidos cuya obra logró ser superventas en un sinfín de países. Ahora, este relato en el que se mezclan ingredientes tan universales como la culpa, la pérdida o el perdón, ha sido trasladado a la gran pantalla por obra y gracia de la todopoderosa Dreamworks.
El encargado de llevar a cabo esta ardua tarea y de paso arrancar lágrimas al espectador no es ni más ni menos que Marc Foster, cineasta que se dio a conocer con la cruda Monster´s ball, cambiando de género más tarde con Descubriendo nunca jamás o Más extraño que la ficción.
La trama se sitúa en un Afganistán anterior a la invasión soviética de 1978. En ella, Amir y Hassan pasan sus días en Kabul y sólo un pensamiento invade sus vidas: ganar un concurso de cometas. Tras conseguir la hazaña, un terrible suceso sacude sus breves existencias. Veinte años después y ya en Estados Unidos, Amir vuelve a Kabul con el propósito de enmendar los errores que cometió de pequeño.
Consciente de la repercusión global de los valores que despierta la exitosa novela, Foster echa mano de la emotividad generada por el texto, aprovechando así la debilidad de cualquier espectador sensible que acaba por emocionarse con la relación de estos niños. Claramente diferenciadas, Cometas en el cielo se estructura en tres partes. La primera incide en la ya citada relación de los dos niños, a todas luces la más conseguida( y,por que no decirlo,la menos estadounidense). El segundo tramo, algo más flojo, se desarrolla en Estados Unidos, donde Amir conocerá a la que será su mujer. Pero es la parte final donde las cometas descienden vertiginosamente hasta casi rozar el suelo.
En ningún caso dudamos de las motivaciones que llevan al personaje de Amir a volver a Afganistán para redimirse, pero no existe excusa alguna para semejante desaguisado. Su resolución se estira hasta la saciedad con lo que su aspecto narrativo acaba siendo más propio de un telefilme puramente estadounidense que de una obra inicialmente política. Y por si fuera poco, atar demasiados cabos siempre ha sido una manía muy recurrente en la industria norteamericana, y en este caso su uso no ayuda, dado que tanta acumulación de casualidades da al traste con la credibilidad del conjunto.
No obstante valoramos el esfuerzo de un elenco no profesional, encargado de soportar el peso de una producción milimétricamente calculada para el gran público, aunque no consiga del todo su propósito.