Cuesta describir en una sola frase el nivel de patetismo que alcanza esta película, así que habrá que detallar algo más las razones que se ocultan detrás de uno de los mayores descalabros fílmicos (al menos a nivel de resultados artísticos) de los últimos tiempos.
La base de esta parodia es, obviamente, la épica 300 (Zack Snyder, 2007). Alabada por unos, denostada por otros, lo cierto es que, independientemente de la opinión que nos suscite, la cinta basada en el cómic de Frank Miller (ni ninguna otra, ya puestos) no merecía este trato a manos de la maquinaria cómica hollywoodiense, que ha pervertido una grandiosa historia para convertirla en una lerda burla que se pretende vender a un público muy determinado: las legiones de jóvenes adolescentes devoradores de palomitas que van a reírse de cualquier aberración que les pongas en la pantalla.
Sobre el argumento –básicamente el mismo que en la mentada 300, el enfrentamiento de un grupo de espartanos con los persas– se van superponiendo sin ton ni son, como lo haría un torpe aprendiz en el manejo de algún programa de retoque de imágenes, una serie de capas que acaban por ser imposibles de digerir por cualquier espectador cabal. En Casi 300 hay espacio para famosetes yanquis de medio pelo, raperos desconocidos por nuestras tierras, presentadores de televisión y jurados de concursos como los equivalentes americanos de Operación Triunfo o Mira quién baila, así como casi constantes referencias a series de televisión de moda (Héroes), películas de lanzamiento masivo (Spiderman 3, Transformers) videojuegos (Grand Theft Auto), y publicidad descarada de diversas bebidas, zapatillas deportivas y demás productos de consumo juvenil. Todo sin la más mínima gracia, por supuesto.
Pero, por encima de todo, abundan las referencias de tipo homosexual, algo que ya se comentó en su día en otras parodias más acertadas de 300, y que aquí se usa de forma repetida hasta casi provocar la náusea en el espectador. Lo mismo sucede con el pozo de la muerte de la película original, protagonista aquí durante eternos minutos de diversos lanzamientos de personajes hasta su fondo. Y no nos olvidemos de las referencias anacrónicas de rigor (Google, las pantallas de croma, etc.) que se usan sin ningún reparo ni consideración hacia el buen gusto.
Quizá lo único que pueda salvarse es el cuidado que han tenido los responsables de diseño de producción para copiar ciertas escenas de la película original, ya que durante un microsegundo consiguen confundirnos y hacernos creer que nos hemos metido de repente en aquélla. Eso sí, justo después volvemos a la realidad y a vérnoslas con el mismo producto chusco, aburrido (con haberle dedicado un pequeño capítulo en la próxima entrega de Scary movie bastaba y sobraba), nauseabundo y lleno de ocurrencias estúpidas y escenas con abundantes dosis de escatología. Ni siquiera le libra que sólo dura poco más de una hora (aunque durante los títulos de crédito sigue la ¿diversión?).
En resumen, la peor película del año (con diferencia), y puede que la peor de la presente década si no fuera por otras perlas de sus autores, que se iniciaron como parte del equipo de Scary Movie y se independizaron con cosas como Date Movie (todo dicho). Huyan de ella si pueden.