Una película tan lánguida y mecánica, tan prescindible, que ha agotado la capacidad crítica del arriba firmante
Existen ya productores especializados únicamente en nuevas versiones, como Michael Bay a través de Platinum Dunes, o Doug Davison y Roy Lee, promotores de esta que nos ocupa y también de Dark Water, The Ring, The Eye y la futura Quarantine (basada en [•REC]). Y aunque es evidente que esta plaga no tiene más sentido que el económico, tampoco puede uno creer que sean películas muy rentables: no hay mercado que soporte la reiteración continua de productos indistinguibles unos de otros, por mucho que tengan como destinatarios a esos adolescentes de extrarradio más interesados en revolverle el tanga a su amiga especial que en el espectro greñudo de turno que se pasea estroboscópicamente por la pantalla.
Retratos del Más Allá dará al chaval otra oportunidad de avanzar en sus magreos. Cierto que da tan poco miedo que a la chica tardará más en subirle la libido, pero por otra parte los saltos en la butaca suelen convertir los pechos, los muslos y los elásticos de la ropa interior en dolorosos cepos para los dedos… aunque, pensándolo bien, para esos turbios comercios carnales era más recomendable la reciente Llamada Perdida, tan inocua y tediosa que debió propiciar orgías hasta entre las chinches de los reposacabezas. Retratos en cambio puede llegar a incomodar, al desarrollar la historia de una fantasma despechada.
Pero tampoco seamos alarmistas. El tema está tratado con la banalidad precisa y, si ya se ha visto la película original tailandesa, podría pensarse que los rostros de los intérpretes de esta nueva versión han sido insertados digitalmente en la primitiva, ya que apenas cambia ni una coma. Las manos no se distraerán.
¿Qué más puede decirse? Un crítico mejor, o al menos con más oficio, hubiera llegado a las 350 palabras que pide como mínimo la publicación incluyendo una larga sinopsis, por ejemplo: “una pareja de recién casados, el fotógrafo Ben (Joshua Jackson) y su mujer Jane (Rachael Taylor) se ven involucrados en un accidente, tras el que empiezan a sentir en sus vidas una terrorífica presencia latente que sale a la luz en las fotografías de ambos”. Esto nos hubiera dado pie para hablar sobre la responsabilidad de quien fotografía (o mira) en determinadas situaciones, algo que Retratos del Más Allá tampoco recalca pero que plantea alguna reflexión difusa.
También hubiera cabido preguntarse retóricamente si, descontando el cheque, le aportaba algo al japonés Masayuki Ochiai, responsable previo de dos cintas interesantes, Hipnosis (1999) e Infección (2004), firmar Retratos del Más Allá y delatar que lo intuido antes en él ha sido una ilusión. Y, por último, podríamos haber apuntado que dentro de todo hemos tenido suerte, porque la película desarrolla su trabajo de copia con oficio y, en algún momento, hasta es digna.
Pues apuntado queda. Y cuidadín con los elásticos.