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La Edad de la Ignorancia - critica de cine
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La Edad de la Ignorancia

El cine del desasosiego

Un artículo de Diego Salgado || 16 / 4 / 2008

Una película que rebosa sinceridad, virtud tan escasa hoy en día que compensa cualesquiera otros defectos

Cuenta el realizador canadiense Denys Arcand que escribió el que sería su primer éxito internacional, El Declive del Imperio Americano (1986), con la presión de imaginarse a sí mismo, de continuar su carrera como hasta entonces, acogido como vagabundo por el Ejército de Salvación. Y es que la primera mitad de su filmografía, que arranca en 1959, se caracterizó en los terrenos de la ficción y el documental por una capacidad de riesgo formal y una combatividad sociopolítica nada comerciales, que se adaptaron a partir de los 80 a un modelo narrativo más convencional pero igualmente franco y ácido.

Se sucedieron así Jesús de Montreal (1989), La Verdadera Naturaleza del Amor (1993) y Las Invasiones Bárbaras (2003), que compartían una visión de la existencia inteligente y por tanto escéptica, y que en el caso de El Declive, Las Invasiones y La Edad de la Ignorancia han conformado además una trilogía sobre lo que Arcand califica, para escándalo de bienpensantes, como “decadencia de Occidente”. Una decadencia que a estas alturas debe considerar terminal, pues mientras en sus anteriores películas nos concedía un respiro al aportar a sus personajes dignidad a través del amor correspondido o no, la amistad y la conciencia de sus debilidades, apenas hay en La Edad de la Inocencia resquicios para el optimismo. Como mucho, se apuesta por la asunción lúcida de la realidad, aunque condene a la desesperación.

Resulta sintomático que Arcand haya planteado una narración no solo en primera persona sino también introspectiva, cuando sus anteriores films eran corales. El protagonista absoluto y excluyente es Jean-Marc Leblanc (Marc Labreche), un funcionario de mediana edad, casado y con dos hijas, que seguramente consideraría una bendición acabar como Arcand temía hace veinte años, aceptando un plato de sopa en el Ejército de Salvación, ya que su vida en apariencia acomodada es un infierno. Un infierno, pese a que el cineasta dirige sus dardos hacia su Québec natal, no muy diferente al nuestro: idiotismo ancestral elevado a la enésima potencia gracias a las nuevas tecnologías, alienación del individuo respecto de sus semejantes y su entorno, degradación medioambiental, regularización asfixiante de lo cotidiano, indiferencia camuflada con el nombre de tolerancia, presunta emancipación femenina que ha hecho de las mujeres criaturas tan absurdas como lo han sido tradicionalmente los hombres bajo el régimen productivo y de consumo capitalista…

Arcand alterna semejante panorama, que convierte los primeros minutos de la película en una especie de distopía tan burda como hilarante, con las ensoñaciones en que se sume para evadirse Leblanc, cuyo apellido define su fachada frente a los demás pero no su fantasía, poblada por sueños de grandeza que son cualquier cosa menos puros. Lo interesante es el equilibrio que se establece entre las apreciaciones misóginas y misantrópicas de Jean-Marc, que algunos dirían son proyección de su propio fracaso existencial, y la constatación (para la que es necesario que el espectador aporte neuronas y sentido del humor) de que, en efecto, nuestro devenir está regido por una serie de yugos, errores y frustraciones que conducen inevitablemente a la muerte (obsesión del canadiense) y que nuestros tiempos supuestamente omnipotentes no han logrado venzamos, sino que disimulemos.

Aquí es donde Arcand se muestra del todo inclemente. El núcleo de La Edad de la Ignorancia no lo constituye tanto su crítica acerba a nuestra cotidianeidad, como a esos disimulos, esos ejercicios onanistas y compensatorios de escapismo mental, a los que Leblanc y cualquiera de nosotros nos entregamos para no afrontar la realidad como es, con lo que nos convertimos en cómplices de un estado de las cosas. El proceso de liberación que emprenderá Jean-Marc tiene como primer objetivo las constricciones externas, pero no será completo hasta que no aprenda a eludir las trampas consoladoras de su propia mente, aunque sea pagando el precio de un desvalimiento radical. Algo de lo que no están necesitados en exclusiva los individuos como tales sino, como se muestra en la secuencia de las jornadas medievales a que acude Jean-Marc, los ideólogos y los políticos.

No puede negarse que La Edad de la Ignorancia es irregular y poco sutil. Pero, parafraseando a Lao-Tse, las películas elegantes no son sinceras, las películas sinceras no son elegantes. Y la de Arcand rebosa sinceridad, un bien tan escaso hoy en día que compensa de sobra otros defectos.

FICHA TÉCNICA DE LA EDAD DE LA IGNORANCIA

Título original: L'Âge des Ténèbres

Fecha de estreno: 11-04-2008

Web oficial 2 www.golem.es/distribucion/ |

Año: 2007 Duración: 104 min

Director: Denys Arcand

Guión: Denys Arcand
Intérpretes: Marc Labrèche, Diane Kruger, Emma de Caunes, Rufus Wainwright, Sylvie Léonard.

Lo mejor:  

-El actor protagonista, Marc Labrèche.

Lo peor:

-A veces Arcand no controla el tono y la película resulta demasiado burda.

Puntuación:

6

Para los enemigos de pasarse la vida escondiendo bajo tierra los pensamientos.



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