Curiosamente, en castellano el gerundio del verbo comunicar tiene un significado contrario al infinitivo, ya que lo usamos para indicar la falta de conexión con el interlocutor. Este uso paradójico tiene un reflejo en los canales de comunicación actuales. Cuanto más ancho es su caudal y más fácil su uso y acceso, más nos aíslan y ocultan, más extraña y difícil es la comunicación. Este es el tema central sobre el que gira Mil años de oración.
Tras su divorcio, Yilan (Feihong You) recibe la visita de su padre, el Sr. Shi (Henry O) desde China. Han pasado 12 años desde que ella se trasladó a Estados Unidos para estudiar y trabajar. Ahora que él está jubilado y viudo desea apoyarla y visitar el país. Pronto se desvelan las diferencias que hay entre ambos a pesar de sus actitudes de cariño y atención mutua. Y pronto la convivencia destapa los naufragios que han ido teniendo tanto en su vida común en China como por separado en países distintos.
Wayne Wang es un cineasta honesto, preocupado por temas humanos y con un estilo narrativo firme basado en la atención a los detalles y el aspecto humanístico de los personajes. Tras ser fagocitado por Hollywood durante los últimos diez años y cinco películas, desde que se destacara con la excelente Smoke basada en un cuento de navidad de Paul Auster, Wang ha regresado a un terreno más practicable con dos pequeñas películas (en duración y presupuesto) basadas en sendos relatos y guiones de la escritora china afincada en Estados Unidos Yiyun Li, muy cercanos a sus temas habituales. Con este giro parece haber dado carpetazo al descenso que su carrera llevaba en una industria que no ha sabido aprovechar sus matices en productos como Sucedió en Manhattan, a la mayor gloria de Jennifer López o Las últimas vacaciones, parecido vehículo adaptado a Queen Latifah.
La modestia de Mil años de oración no disminuye su calado. El guión de Li y la realización de Wang nos muestran un mundo sofisticado y estándar, donde la individualidad es apisonada por la consagración al rendimiento diario. Pero como decíamos, la mayor denuncia del filme está en los tres choques de incomunicación que se producen entre sus personajes. El primero es el generacional, reflejado en la incomprensión y falta de interés mutuo entre padre e hija. El segundo es el cultural, expresado a través de la avalancha inmigrante que llega a Estados Unidos en busca de una prosperidad económica desde sociedades tan diferentes como la china o la iraní. El tercero es el individual, en el que cada cual construye una careta con la que ocultar los fracasos íntimos. El resultado de un mundo plano y globalizado, repleto de canales y posibilidades para alcanzarnos y conectarnos, es que estemos siempre comunicando.