Cuenta en su haber Cars (John Lasseter, 2006) con el estigma de ser la película más floja de Pixar, algo que en su momento se consideró casi imperdonable: con la empresa de animación viento en popa a toda vela, y sin haber dado signos de flaqueza hasta la fecha, nos entregaban una película de dos horas de duración diseñada casi exclusivamente para los más pequeños de la familia, olvidando a sus progenitores, que tantos buenos momentos han disfrutado en otras cintas de la casa.
Entregado sin rubor el estudio del flexo saltarín a la tarea de rebañar el plato de la recaudación con sucesivas secuelas de sus más exitosos productos, Cars 2 (John Lasseter y Brad Lewis, 2011) ahondaba en el infantilismo de sus personajes y situaciones, pero al menos daba un curioso giro de sofisticación hacia el cine de espías y de acción, dejando atrás el esquema básico de la primera entrega. Además, dos títulos relacionados con la saga serían estrenados en cines –aunque no bajo el paraguas de Pixar–: Aviones y Aviones: Equipo de rescate. Los resultados fueron discretos, más allá de que entretuvieran a la chiquillería durante hora y media.
Dispuestos a seguir sacando provecho de Rayo McQueen y compañía, Pixar en esta ocasión recurre a una maniobra clásica: olvidar casi por completo el cambio de tercio asumido en la secuela, y retomar el armazón argumental básico que ya les funcionó originalmente. Lo vimos en sagas como las de Indiana Jones, Alien e incluso, si me apuran, en la trilogía original de Star Wars. Eso sí, para obtener buenos resultados hay que rezar porque la sensación de déjà vu no sea demasiado obvia, algo que aquí no se consigue.
Cars 3, en definitiva, vuelve a ser un baño de humildad de su coche protagonista. Cuando lo conocimos lo necesitaba porque era el novato impulsivo que necesitaba saber cuáles son las cosas realmente importantes de la vida, y ahora que se encuentra en el ocaso de su carrera, superado por coches de nueva generación que son más rápidos que él, también deberá reflexionar sobre si ha llegado el momento de retirarse, dándole mucha importancia a los mentores pasados, presentes y ¿futuros? Un tema interesante, el del legado, que se ha explotado siempre muy bien en los superhéroes de DC Comics, por ejemplo, dando pie a sagas de Linternas Verdes o Flashes de lo más variopinto.
Quizá sea de los pocos apuntes rescatables de esta, por lo demás, rutinaria y algo cargante cinta que insiste en los defectos ya vistos en sus predecesoras, y que deja la puerta abierta a nuevas continuaciones. Lo más destacable de la proyección, eso sí, es el ingenioso cortometraje Lou que se puede ver antes de la cinta, y que en apenas cinco minutos despliega más ideas que casi la trilogía completa de Rayo McQueen.