La muerte de Brian (David Duchovny) altera la vida de los que le circundan. Su mujer Audrey (Halle Berry), tras unas semanas confusa y perdida, decide proponer a Jerry (Benicio Del Toro) que se vaya a vivir con ella y sus dos hijos. A pesar de que Jerry es drogadicto y desempleado de larga duración se acomoda en el recién reformado garaje de Audrey tras un pequeño incendio. La infalible amistad que durante lustros mantuvo unidos a Brian y Jerry a pesar de los problemas del segundo y del rechazo frontal de Audrey, hace que el nuevo conjunto familiar funcione, incluso por parte de los hijos de Audrey que reconocen en Jerry una nueva figura paterna. Ambos parecen ir recomponiendo su vida interior, pero el primer problema que surge entre ellos hace añicos la sensibilidad de ambos, volviendo a sus fantasmas anteriores.
Cosas que perdimos con el fuego es una película más de tono que de tema. Basado en un notable guión de Allan Loeb (21 Black Jack), la interesante realizadora de origen danés Susanne Bier (Hermanos) acierta al elegir la cámara en mano y los planos detalle como recurso principal de la narración, aunque se encuentren mucho más justificados en la segunda mitad de la película cuando la psicología de los personajes ya está totalmente asumida por el espectador. Durante la primera mitad aturde, pues la utilización del montaje cronológicamente alterado de lo sucedido hasta la muerte de Brian es suficiente para dar vivacidad al relato. La cinta esta producida por Sam Mendes y cuenta con una eficaz música y fotografía.
Es de destacar que si bien el filme cuenta con el imprescindible retrato de personaje femenino encorajinado que sale adelante a pesar de las dificultades, éste no se realiza como contrapunto de personajes masculinos detestables sino como reflejo del de dos hombres que, a pesar de sus problemas, mantienen un alto nivel de nobleza. Se trata más bien de contar cómo para expulsar los fantasmas personales se necesita la intervención de otros, ilustrado todo ello ejemplarmente en la secuencia final de la cena, cuando Audrey comienza a hablar abiertamente de su marido fallecido gracias a las serenas pero directas preguntas de una amiga en presencia de familiares y amigos.
Semejante historia merece un reparto que le ponga el alma necesaria, lo que cumplen a la perfección Berry y Duchovny. Por su parte, Benicio Del Toro hace creíble un personaje con muchas características negativas consiguiendo que se produzca en el espectador el mismo sentimiento de protección que crea en los personajes de la película.