No ofrece nada realmente valioso más allá de los cuatro tópicos con los que todos estamos de acuerdo
En la quinta edición del Festival Internacional de Documentales de Madrid pudo verse Deserter, un corto realizado por Richard Rowley en 2007 que seguía la huida a Canadá de un joven soldado californiano incapaz de afrontar su próximo destino en Irak. En apenas 23 minutos y rodando en betacam, Rowley conseguía transmitir al espectador tanto los datos objetivos que permitían comprender las consecuencias sociales y legales de la deserción, como los dilemas emocionales que implica.
Cabría pensar que con un presupuesto muy superior, un metraje cercano a las dos horas y actores profesionales la guionista y directora Kimberly Peirce (Boys don’t cry) sería capaz de hacer lo mismo con un tema similar al de Deserter. Pero Ausente es una muestra más del descrédito en que está sumiendo el cine comercial norteamericano a la ficción, por abusar de tópicos dramáticos y narrativos totalmente agotados y, para colmo, por hacerlo mal, sin un mínimo de destreza formal, abortando las ambigüedades que emanan del relato.
El ausente del título es Brandon (Ryan Phillippe), un heroico jefe de pelotón que regresa a su Texas natal tras una infausta acción en combate y su licenciamiento. Cuando él y sus amigos apenas han empezado a reaccionar ante las atrocidades que han visto y cometido en Irak, el ejército les reengancha apelando a la letra pequeña de los contratos que firman, que les obliga a volver a filas si lo exigen “necesidades del servicio”. Brandon se niega a hacerlo y se convierte en un fugitivo, dirigiéndose con Michelle (Abbie Cornish), la novia de uno de sus compañeros, a Washington, donde cree que podrá contar con la ayuda de un senador.
Gran parte de Ausente es un reciclado de clásicos sobre los traumas de los soldados al volver a casa como Los Mejores Años de Nuestra Vida (1946) o El Regreso (1978). ¿Es obligado que cada generación deba de tener “su” película sobre “su” conflicto, aunque pueda verse perfectamente reflejada en títulos anteriores? ¿Hablamos de oportunidad, o de oportunismo y ganas de figurar? Porque entonces flaco favor le hace Kimberly Peirce a los actuales combatientes en el frente. Ni los apuntes semidocumentales y videocliperos de los primeros minutos —que recuerdan a Redacted— están muy conseguidos, ni se empatiza con los personajes, ni se logran hacer creíbles las vicisitudes que sufren en una segunda mitad que funciona como road movie. Si la imaginación siempre ha servido para llegar más lejos que ese realismo puro y duro que es a la postre tan inexpresivo, Peirce se muestra incapaz de gestionarla, transitando por escenas tan burdas como aquella en la que Brandon exclama, casi mirando a cámara, “al presidente que le den”, o esa otra ubicada en un cementerio, grotesca, en la que se pega y dialoga con su colega Steve (Channing Tatum).
La inoperancia visual y dramática afecta gravemente a la esencia misma de lo que se cuenta. En principio la película parece un alegato antibelicista, pero después va tornándose una confusa historia sobre la asunción de responsabilidades. Pero ni en registro ni en otro fluye ese convencimiento que emanaría de una ficción construida con rigor. Ausentes se suma al gran número de películas con la guerra de Irak como fondo que están siendo ignoradas por el público, y es posible que por una buena razón: no ofrecen nada realmente valioso más allá de los cuatro tópicos con los que todos estamos de acuerdo, y que algunos creen eximen de trabajarse las situaciones con el objetivo de obligarnos a contemplarlas desde un nuevo prisma. Para eso vamos al cine y no preferimos quedarnos en casa viendo el telediario.