'Casual Day' es un término anglosajón que hace referencia a las iniciativas llevadas a cabo por las grandes empresas para acercar a empleados y directivos. Max Lemcke, creativor procedente del mundo documental, debuta en el largometraje de ficción con una historia muy pegada a la realidad y en la que los empleados de una gran empresa se ven obligados a convivir durante un largo fin semana en el campo con sus superiores y el resto de compañeros, todo con la intención de estrechar lazos sociales y solucionar los problemas entre ellos.
La película sitúa en el centro del conflicto a un joven forzado a elegir entre sus aspiraciones laborales y económicas y sus propios sueños. Esta disyuntiva vital se produce en un momento fundamental en la vida de cualquier persona, el fin de la juventud e inicio de la madurez, edad en la que uno debe tomar una serie de decisiones que marcaran el trascurso de su vida futura. La trama muestra las consecuencias y el precio que debe pagar quien se traiciona a sí mismo y a sus propios sueños, mientras nos habla de la necesidad de tomar las riendas de nuestra vida.
Con un guión muy bien construido, sus diálogos ácidos y perfectamente medidos sintetizan la esencia de cada personaje en tan sólo un par de secuencias. Su principal virtud, su reparto, combina juventud y madurez, con actores de la talla de Juan Diego, Luis Tosar, Estíbaliz Gabilondo, Juan Ríos, Alberto San Juan, Álex Ángulo, Malena Alterio, Secun de la Rosa o Arturo Valls, creando un contraste generacional que muestra las diferentes aspiraciones y sueños que la gente posee en función de la etapa de la vida en la que se encuentra.
Con temas como el machismo, la ambición laboral o el abuso de poder como telón de fondo, esta producción se convierte en un retrato realista y desolador del entorno laboral y, por extensión, de la sociedad actual en la que vivimos, enfocando a la máxima aspiración que parece ser el mantener un trabajo fijo y hacerse con un gran coche. Sin renunciar al sentido del humor, el director y sus guionistas, Pablo y Daniel Remón, ofrecen al espectador una pesimista visión del ser humano en el que la imposición del trabajo obliga a prostituir la dignidad y renunciar a los valores, dejándonos, eso sí, una pequeña puerta abierta a la esperanza.