No es la primera vez que su cine atiende a la gente de color y los problemas del racismo y la discriminación (recordemos Passion Fish o El hermano de otro planeta). Nos gustaría saber si las razones de su interés por el tema son personales, fruto de determinada conciencia social, o si en el caso concreto de Honeydripper surgen como parte de un imaginario cultural.
Me crié en un pequeño pueblecito situado a dos horas al norte de Nueva York. Allí había una importante presencia de diferentes grupos étnicos, así que básicamente los temas relacionados con el racismo y la discriminación son algo que he visto a mi alrededor desde que era muy pequeño. De ahí que aparezcan reflejados en mis diferentes películas, aunque también es cierto que surgen porque en cierto modo son fruto de mi conciencia social hacia ese problema.
En su filmografía hay una polaridad entre la voluntad realista, a veces sumamente crítica, y las fábulas. ¿Como equilibra ambos recursos expresivos, y por qué esa necesidad?
La necesidad viene de combinar algo que está presente en nuestras vidas, ese realismo, con un mundo interior que a veces se emplea como válvula de escape de una realidad que en ocasiones se presenta como algo no demasiado agradable. Mis personajes son muy complejos, tienen múltiples facetas, y ese elemento fantasioso que surge aquí y allá es sólo una de ellas. Además, no me gusta presentar a personajes de una pieza, sino que creo que consigo dotarles de una verosimilitud que les hace ir basculando entre el bien y el mal. Luego, incluso cuando el personaje resultante podría resultar odioso, el espectador puede identificarse con él, ya que reconoce parte de la personalidad que todos tenemos en dicho personaje. En Honeydripper eso no es una excepción.
Honeydripper ha sido rodada, como es habitual en su obra, con un presupuesto muy ajustado, siendo una película de época (los años 50). ¿Hasta qué punto condiciona un régimen modesto de producción sus intenciones a la hora de escribir una película?
No voy a negar que un presupuesto pequeño condiciona una película. Pero también es cierto que la experiencia acumulada en todos los años que llevo haciendo cine juega un papel esencial en este aspecto, siendo el elemento más importante a la hora de encarar un proyecto de cualquier tipo sin demasiado dinero disponible para gastar. Se trata de afrontar las cosas a pequeña escala. Por ejemplo, podíamos haber ambientado Honeydripper en cualquier gran ciudad norteamericana, pero si transcurre en un pequeño pueblo es para limitar los elementos que nos exigirían un mayor empleo de dinero. Además queríamos mostrar Harmony (Alabama) como un pueblo muy pobre, con lo que teníamos solventada la papeleta de explicar por qué parece un sitio tan desangelado. El otro gran problema era cómo rodar una película tan compleja argumentalmente en sólo cinco semanas, así que la planificación también jugó un papel fundamental.
Honeydripper combina actores jóvenes y sin demasiada experiencia con veteranos de renombre (Danny Glover, Stacy Keach, Mary Steenburgen). A la hora de confeccionar sus repartos, ¿su nombre como director es un reclamo, sabe que dispone en agenda de nombres que desearían trabajar con usted?
Mucho antes de que la película existiera, puede que dos años antes, ya teníamos en el reparto a Danny Glover, que de hecho se convirtió en el gancho para que otros actores se sumaran al proyecto. Ellos sabían que Danny estaba metido en la película, así que era una carta de presentación que usábamos de un modo bastante descarado. El resto de actores se fueron incorporando lentamente, pero siempre aceptando las condiciones del rodaje: el sueldo que iban a conseguir era el salario mínimo mensual reconocido por los sindicatos cinematográficos. Todos aceptaron sin problemas. Respecto a que mi nombre sea un reclamo... bueno, con lo que nos costó confeccionar el reparto imagino que no es así precisamente, aunque es agradable saber que ciertos nombres se puedan incorporar a mis proyectos una vez saben que voy a estar detrás de la cámara.