Hay que celebrar una película acerca de la locura y sus habitantes como se celebra el regreso de Francis Ford Coppola al cine: yendo a verla con asombro. Si hace unos meses glosábamos una queja acerca de la levedad del filme ¿Y tú quién eres? (Antonio Mercero, 2007) por tratar el asunto del Alzheimer de modo timorato y simplista, no tenemos más remedio que aplaudir este documental del singular cineasta David Reznak por todo lo contrario, tal y como lo hicimos con LT22 Radio La Colifata (Carlos Larrondo, 2007), otro documental sobre los que no son como nosotros.
Durante más de un año y con un equipo de rodaje apenas formado por él mismo y, en ocasiones, un ayudante de sonido, David Reznak ha seguido la cotidianidad de los pacientes del Hospital Psiquiátrico de Leganés. Si en el documental de Larrondo se nos narraba de una manera canónica el experimento llevado a cabo en el psiquiátrico José T. Borda de Buenos Aires donde los internos dirigen una emisora de radio que ha trascendido sus fines terapéuticos, en éste Reznak elige la simple presencia de la cámara y sus preguntas durante las actividades de los internos dentro de dos ámbitos hospitalarios: el de la irreversibilidad de los pacientes más viejos y el de la integración de los más jóvenes mediante las terapias llevadas a cabo en la Unidad de Rehabilitación.
La singularidad de su propuesta es encomiable porque el tema es incómodo. Lejos del resultado del documental colifato, preocupado por la corrección política y por presentar a los pacientes como locos adorables, Reznak no escatima planos en mostrar la incomodidad y el peligro que sentimos ante la presencia de uno de ellos al mirarnos o al expresar su mundo, su realidad distorsionada. Reznak busca el cine y la narración en los elementos que se le ponen al alcance del objetivo en el momento del rodaje: un reflejo en una mesa, el encuadre provocado por el marco de una ventana, la reacción inesperada de un paciente, el grano de la película de 16mm en determinadas condiciones de luz. Provoca con todo ello un crisol de sensaciones y significados que el propio espectador debe administrar y digerir durante el visionado, resultando la experiencia del mismo de una riqueza inusual a la que estamos acostumbrados.
La actividad de David Reznak no termina con la realización de cortometrajes y este primer documental. Este cineasta y activista cultural fundó y regenta una de las salas de proyección más singulares del país, La Enana Marrón (www.laenanamarron.org) donde con puntualidad se brinda al público el acercamiento a propuestas cinematográficas experimentales y alternativas a las salas comerciales y la posibilidad de compartir charla y opiniones con sus autores de manera cercana y distendida.