Otro film nuevamente dispuesto a quitarnos el sueño, en esta ocasión recordándonos a la gloriosa década de los setenta y a su inusual libertad para plasmar el horror en imágenes. En este sentido, la exploración de la violencia hizo mella en brillantes producciones como Taxi driver, French Connection, la saga de Harry el sucio o Perros de paja de Sam Peckinpah, un turbador filme en el que Dustin Hoffman sufría una transformación brutal por cuestión de supervivencia.
La cinta que nos ocupa se encuentra ligada íntimamente a la anteriormente citada, aunque es evidente que el tratamiento cinematográfico convierte Sentencia de muerte en un producto de aficionado si la comparamos con la brutalidad malsana de Peckimpah. No debemos olvidar que la labor del director James Wan ha consistido en adapatar una novela de Brian Garfield, autor que inspiró la denostada cinta fascistoide El justiciero de la ciudad y demás secuelas con Chales Bronson como máximo exponente del vengador movido por el “ojo por ojo”.
Con semejante bagaje cultural -recordemos además que el director se dio a conocer con la ultraviolenta Saw- nos disponemos a presenciar escenas de alto voltaje violento no apto para estómagos sensibles. La venganza se alza a golpe de pistola como seña de identidad en la figura de Kevin Bacon, personaje cuyo único objetivo consiste en matar a los asesinos de su hijo sin esperar a que la justicia tome cartas en el asunto. Para tal propósito (o despropósito, según se mire) su director nos proporciona escenas adrenalíticas con movimientos trepidantes de cámara, manido recurso que produce aturdimiento en la audiencia y de paso sirve para evidenciar la extrema fragilidad de lo narrado, convirtiendo el resultado en un subproducto destinado al medio televisivo. Con todo esto, la transformación sufrida por el personaje principal carece de entidad propia, mostrando en más de una ocasión las debilidades de una producción francamente olvidable, con el consiguiente sonrojo en gran parte de su metraje final.
En un tiempo en el que las adaptaciones de los cómics a la gran pantalla habían dado un paso adelante en el tratamiento de la venganza con productos estéticamente bellos, habiendo presenciado filmes mágicamente entretenidos como Kill Bill, esta Sentencia de muerte opta por la estética rancia, lo que supone un paso atrás tanto en la forma como en el fondo y que impide se la puede tomar en serio aunque su director lo pretenda.