En una época en la que no hay día sin aniversario que llevarnos a los ojos para gozo de políticos, periodistas y gestores de lo ajeno, nos hemos encontrado con este documental que, sin ninguna excusa excepto la de las buenas ideas, nos recuerda el nacimiento del Neorrealismo en el cine. Fruto del dolor que asoló Europa tras la II Guerra Mundial, el Neorrealismo aprovecha el caos de la industria cinematográfica de ese momento para filmar con una gran libertad expresiva historias muy populares y cercanas a la gente sencilla. El fenómeno comienza en Italia de la mano de realizadores como Roberto Rossellini, Vittorio De Sica y Pier Paolo Pasolini, pero la fuerza de sus planteamientos y la necesidad de mirar hacia los humildes hace que rápidamente se extienda a otros países, como sucede en España con Juan Antonio Bardem y Luís García Berlanga. Hoy día, aún se pueden rastrear sus señas en algunos realizadores como Ken Loach.
Este documental nos traslada en su secuencia inicial a la calle donde se rodó parte de Roma, ciudad abierta (R. Rossellini, 1945) película fundacional de este movimiento. Mezclando el sonido original del filme con las imágenes del escenario natural en la actualidad, el realizador Alberto Morais nos propone un viaje mediterráneo a tres bandas siguiendo las reflexiones de varios cineastas. Desde Hoyuelos (España), escenario de El espíritu de la colmena (1972), Víctor Erice teje una lúcida y triste semblanza del cine actual en comparación con la vivacidad de aquel movimiento nacido en Italia. Desde la playa de Ostia (Grecia) donde Pasolini fue asesinado, Theo Angelopoulos lamenta la soledad y valor, la resistencia, de aquellos cineastas que aún conciben el cine como un medio de expresión artística. Desde Roma (Italia), el legendario guionista Tonino Guerra y Ninetto Davoli, actor fetiche de Pasolini, recuerdan con nostalgia la pureza de intenciones que había detrás de la creación de cada película.
Morais firma un notable documental de ritmo sosegado en el que los pensamientos de sus protagonistas resuenan sobre las imágenes elegidas. Construye un envoltorio perfecto donde las respuestas intercaladas de los cineastas se encuentran y funden en un discurso elocuente y sólido. Es, sin embargo, Víctor Erice quien ofrece mayor lucidez y acierto en sus opiniones: vendido el cine actual a las necesidades comerciales, al contrato previo con las televisiones para llevar a cabo el filme, el séptimo arte ha consumido en sus cien cortos años de historia todas sus posibilidades expresivas. El riesgo y la aventura de los neorrealistas, la enjundia moral de su apuesta cinematográfica se ha extinguido. El cine ha sido engullido por lo audiovisual que inunda todos los medios de comunicación de masas.