Ernie Levier, nacida Encarnación Sánchez, es vedette y actriz. En su céntrico apartamento de Buenos Aires, frente a los principales teatros de la ciudad, espera pacientemente la llamada de su representante para hacer alguna publicidad, algún casting. Ernie es una mujer. Vive sola, pero visita regularmente a Jorge, su amigo, su amante, con el que mantiene una relación más o menos estable que no quiere concretar. Quiere seguir siendo libre. Una vida ideal. Sólo hay un problema. Ernie tiene cincuenta años. Ese pequeño detalle trastoca el resto de sus facetas. En el trabajo los directores quieren chicas más jóvenes. Los hombres aún la desean pero su actitud es siempre sospechosa con ellos: si los rechaza es una engreída, si acepta sus proposiciones, una puta. En los eventos donde debe dejarse ver para seguir en contacto con la profesión ya empieza a ser invisible. Le quedan los recuerdos que almacena en una página web para que la tecnología mantenga viva su imagen.
La segunda película de la joven directora bonaerense Anahí Berneri es un agudo retrato psicológico de una mujer madura. El guión no hace especial hincapié en el hecho de que sea actriz, lo cual es un acierto, sino en el hecho de que Ernie es una mujer. La edad y la belleza son aún un velo que nos impide ver más allá, como si una vez deteriorada la imagen exterior, pensásemos que el interior está inevitablemente deteriorado. Pero, no obstante, la tesis del filme circula en los dos sentidos. Cuando la belleza y la juventud desaparecen de su físico, Ernie descubre que no tiene nada más con lo que hacer frente al resto de sus días. No se ocupó de ninguna otra cosa que no fuese estar resplandeciente. Ahora Ernie visita a su sobrina (Martina Juncadella) por su quince cumpleaños. Proyecta en ella sus ilusiones, las ganas que aún tiene de vivir. Pero su modelo de vida no hace más que levantar críticas en todos cuantos le rodean.
La actriz Silvia Pérez encarna, valga la redundancia, a Ernie con una enorme valentía. Silvia es una conocida actriz argentina que podría haber inspirado la historia de la protagonista. Ganadora de varios concursos de belleza en los 70, ha ido participando en obras de teatro, televisión y películas durante las tres últimas décadas siempre en roles secundarios. Este es su primer papel protagonista y hay que decir que lo resuelve con brillantez. La cámara agarra literalmente de las solapas al personaje en la primera secuencia y no lo suelta durante todo el metraje. Silvia compone de modo ajustado y conciso este retrato sutil y certero, escrito a base de secuencias silenciosas, donde sus miradas, sobre todo las que lanza a los espejos, describen sus sentimientos.