65 millones de dólares de presupuesto, cuatro años de reuniones, desencuentros económicos y enfrentamientos de ego. Eso es lo que ha costado sacar adelante Sexo en Nueva York, adaptación para la gran pantalla de la ya mítica serie creada por Darren Star sobre Carrie, Miranda, Samantha y Charlotte, cuatro solteras que divagan sobre el sexo y el amor en la gran manzana.
La película, siguiendo el esquema que popularizó la serie con las reflexiones de la periodista protagonista Carrie Bradshaw como hilo conductor, gira en torno a las frecuentes reuniones de las cuatro amigas y a sus relaciones personales y sexuales con los diferentes hombres de sus vidas. Su director, Michael Patrick King, productor ejecutivo y guionista de la serie, acierta al no anclar a las protagonistas, mostrando el paso de los años y obligando a los personajes a crecer y madurar a medida que lo han hecho también sus intérpretes. Vuelca así la mayor parte de la trama en las diferentes formas de asumir la edad y de enfrentarse al paso de los años con todos los cambios que eso conlleva, mostrando a cuatro mujeres con vidas más estables que deben preguntarse, sin embargo, si aquello que tanto ansiaban y ya han conseguido es en realidad lo que les hace felices.
Ese, quizás, sea su mayor mérito, el reflejar las dudas y temores de un cuarteto de cuarentonas, todo un hito para una cinta nacida al amparo de una industria para la que las mujeres mayores de 30 años son ya piezas de museo. Aunque eso es todo en cuanto a la originalidad de la historia. No deja de ser ridículo y, sobre todo, inútil, que se venda como lo que no es, una historia transgresora y diferente sobre el amor, el sexo y la amistad, porque cualquiera puede darse cuenta de que Sexo en Nueva York es, ni más ni menos, una comedia romántica como tantas otras, que sigue todos y cada uno de los patrones del género, con sus encuentros y desencuentros, discusiones, decepciones y reconciliaciones finales, en donde el cuarteto de mujeres “modernas y liberadas” ansían por encima de cualquier otra cosa encontrar al hombre perfecto y tener una boda de ensueño.
Refleja por tanto a un tipo de mujer concreto pero desde luego que no es la representación de La Mujer, y se dirige a ensalzar el amor y la amistad por encima de todo. El metraje alcanza las excesivas dos horas y media de duración que, sin embargo, no se hacen pesadas; su proyección no decepcionará a los numerosísimos devotos de la serie, pues contiene todos los ingredientes que la hicieron célebre: diálogos irónicos y provocativos (sólo en apariencia), consumismo descontrolado, moda (mención aparte merece su vestuario), amor, humor y, por supuesto, sexo, aunque sus dosis han sido considerablemente reducidas para su versión en la gran pantalla destinada a todos los públicos.
Para bien o para mal estamos ante una serie que ha marcado época. Tras seis temporadas e infinidad de premios, las aventuradas de Carrie y compañía tienen prácticamente el mismo número de defensores que detractores. De igual forma, esta adaptación podrá ser criticada ferozmente o disfrutada sin más, pero lo que resulta incuestionable es la enorme expectación que ha causado, convirtiéndose en la más esperada de la temporada tras la última de Indiana Jones, lo cual hace pensar en un más que probable éxito en taquilla.