Era de prever que el cine adolescente, de inconfundible alma libre y ácrata, y el rock and roll acabaran por colisionar. El terremoto tiene fecha y nombre concretos: 1954 y la película “Semilla de maldad” (The blackboard jungle), excelente historia de delincuentes juveniles protagonizada por Glenn Ford y dirigida por el siempre notable Richard Brooks, que acompañaba sus títulos de crédito con la pegadiza música del “Rock around the clock” de Bill Haley. En este momento, productores y realizadores se dieron cuenta del potencial de unir actores adolescentes con los temas más populares del momento. El estreno de “Escuela de rock” es una excusa perfecta para hacer un breve repaso a todos estos films, agrupados bajo el genérico título de “películas rock”, que conviene disfrutar con la mente despejada y el volumen al máximo.
Las primeras notas
Después de que Richard Brooks destapara la caja de los truenos, títulos como “Carnival rock”, “Rock rock rock” o “Rock around the clock” comienzan a amontonarse en las carteleras. Son baratos, fáciles de escribir, más fáciles de rodar y cuentan con el apoyo incondicional de tal vez el sector del público más importante: los adolescentes. En la mayoría de los casos, el mensaje moralista propio de la época, es indisociable al ruidoso discurrir de vibraciones sonoras.
Tras el éxito de “A hard day´s night”, la película de los Beatles dirigida por Richard Lester, todo grupo de rock que pudiera considerarse tal aspiraba a inmortalizar sus actuaciones en la gran pantalla, poniendo a prueba de paso, las habilidades interpretativas de sus componentes. Algunos, como los Monkees, lo consiguieron (“Head” de Bob Rafelson); la mayoría tuvo que contentarse con la nada despreciable oportunidad de aparecer como actuación estelar en secuencias concretas de películas que, lamentablemente, no giraban a su alrededor pero sí se aprovechaban de su imagen en las promociones.
Dentro y fuera del rock, no son pocos los grupos que consiguieron hacer una película a medida de sus aspiraciones musicales, ya sea dentro del campo del documental (caso de “Stop making sense” de Jonathan Demme) o dentro de la narración convencional. Taking Heads, Ramones, Pink Floyd, Kiss u Hombres G son algunos ejemplos al azar. Los respectivos resultados de sus películas (la mayoría divertidas, muchas pretendidamente experimentales pero todas inevitablemente psicotrónicas) son tan diferentes como las características de cada uno de los grupos que las protagonizan.