Si alguien ha tenido ocasión de ver alguno de los cortometrajes de Nacho Vigalondo o de seguir su rosario de colaboraciones y actividades relacionadas con el cine en los últimos años, estaría esperando con ansiedad el estreno de su primer largometraje. Vigalondo, nominado al Óscar por el excelente corto 7:35 de la mañana, es un creador singular, de una gran imaginación y cultura cinéfila y dotado de un humor finamente ácido. Los cronocrímenes, su primer largo como director, guionista y actor, largamente anunciado por él mismo hace la friolera de seis años, no defrauda lo más mínimo.
Cuando Héctor (Karra Elejalde) se adentra en el bosque para satisfacer su curiosidad acerca de la chica del top-less (Bárbara Goeneaga) es atacado y posteriormente perseguido por un extraño personaje con la cabeza vendada y manchada de sangre. En su huida, alcanza un laboratorio donde un joven (Nacho Vigalondo) le ayuda a esconderse debido a la inminente llegada de su perseguidor. Héctor no sospecha que, al salir de la cubeta donde se ha refugiado, no solo su perseguidor no ha desaparecido sino que se trata de él mismo.
Escribir una película de ciencia-ficción en la precaria industria española es un acto de heroicidad. Alejandro Aménabar con Abre los ojos (1997) ya dio muestras de ingenio y talento para hacerlo, alejándose del estereotipo de los efectos especiales, algo inalcanzable para nuestros productores, y elaborando concienzudamente la estructura del guión que es donde se encuentra el verdadero mecanismo para que una película funcione. Vigalondo sigue este ejemplo con más esmero y acierto aún que su oscarizado colega pues el guión y la planificación de la puesta en escena de Los cronocrímenes es uno de los más elaborados, ajustados y acertados que se han hecho recientemente. Un ejemplo de ingeniería narrativa y cinematográfica, digno de estudiarse en las escuelas de cine. Así, Vigalondo y sobre todo sus productores, los hermanos Ibarretxe, en otras ocasiones poco afortunados con sus productos (Sabotage, 2000; Ouija, 2003) se anotan un gran tanto a favor haciendo de la necesidad virtud y demostrando que si lo que escasea es el dinero, lo que nunca puede faltar es el talento ni el trabajo.
En los apartados técnicos tenemos que mencionar la fotografía de Flavio Martínez Laviano y la dirección artística y diseño de producción del tándem Juan Carlos Arrizabalaga y Arturo García Biaffra, habituales de Álex De La Iglesia, que se consolidan como responsables de que tanto ésta como las películas del orondo director funcionen sin fisuras. Celebramos la recuperación de Karra Elejalde para papeles más normalizados y alejados de su etapa cargante y contestataria. Por cierto, una productora norteamericana ha comprado los derechos de la película para hacer la correspondiente versión en Hollywood. Probable título, Timecrimes.