La ficción carece de armonía tanto en lo relativo a las líneas narrativas como al peso dramático de los, al menos, cinco personajes de interés que alberga
1980. Finn (Anton Yelchin) está a punto de cumplir dieciséis años cuando recibe un regalo inesperado de su padre, a quien no conoce: un documental sobre la tribu sudamericana de los Ishkanani, entre quienes vivió el científico para profundizar en sus feroces rituales. El visionado de la película le será muy útil a Finn para sobrevivir en el seno de otra tribu no menos implacable, la que conforma la beautiful people de Nueva Jersey, que acoge durante ese verano al joven y a su madre, Liz (Diane Lane), gracias a la amistad que esta ha entablado con “el séptimo hombre más adinerado del país”, Ogden (Donald Sutherland).
Una cinta similar en su planteamiento a la reciente Diario de una Niñera, aunque su guión (escrito por Dirk Wittenborn a partir de su propio libro) se mueva en un registro más grave y autobiográfico. También de menos alcance en taquilla, o eso debió pensar su productora, Lionsgate, que esperó dos años para exhibirla en Estados Unidos y otro más para Europa, hasta hacer de ella un título de culto o, vistas las fechas definitivas de su estreno por estos lares, un título maldito.
Y tampoco merece otra cosa, pues tratándose de una propuesta sin duda curiosa, con ecos de literatos norteamericanos como William Faulkner y F. Scott Fitzgerald, y con grandes ambiciones en torno a los temas inagotables de las esquinadas relaciones entre ricos y pobres y de los demonios familiares, no existe armonía ni entre el discurso y su sublimación ficcional, ni entre las numerosas líneas narrativas, ni en lo que toca al peso de los, al menos, cinco personajes de interés: Finn, Liz, Ogden, y los nietos de este último, Maya (Kristen Stewart) y Bryce (Chris Evans).
La labor tras la cámara del actor y director Griffin Dunne (Adictos al Amor) resulta sorprendentemente sutil y contenida. Pero aunque ello confiere a Gente poco corriente una pátina de bienvenido clasicismo, quizás no sea el estilo más adecuado para capear los problemas citados, a los que debe sumarse un brusco giro argumental en la segunda mitad que transforma la película en un thriller con psicópata duro de pelar.
Las estupendas interpretaciones de Donald Sutherland y Chris Evans, así como la banda sonora de Nick Laird-Clowes, son los aspectos concretos más reseñables de un conjunto bienintencionado pero de escaso calado. Aun así, nos damos por satisfechos: con los mimbres que manejaban Wittenborn y Dunne, más de uno hubiera confeccionado un simple culebrón cuasitelevisivo o, incluso peor, el típico producto indie histérico y estrafalario con opciones en Sundance. Como concluye Finn tras las extenuantes aventuras que vive en Gente poco corriente, no hay mal que por bien no venga.