Las tres entregas cinematográficas sobre Spider-Man dirigidas por Sam Raimi se hallan entre las veinticinco películas más taquilleras de todos los tiempos. Iron Man ha recaudado hasta la fecha a nivel mundial 563 millones de dólares, situándose como segundo film más visto en lo que llevamos de año tras Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal. Y El Increíble Hulk acumula ya 223 millones de dólares, cuando su carrera comercial aún está lejos de haber terminado.
Todos ellos son personajes de Marvel Comics, tan exitosos en su paso por el cine que la editora ya puede presumir a estas alturas de haberse convertido en su propia productora. No puede decir lo mismo la principal rival de la Marvel en Estados Unidos, DC Comics: ni siquiera sus franquicias más populares, Batman y Superman, han logrado con sus últimos títulos —Batman Begins y Superman Returns— cumplir con las expectativas depositadas sobre ellas; aunque hay analistas que confían en que la segunda aventura del hombre murciélago encarnado por Christian Bale, The Dark Knight, arrasará en los próximos días.
La situación he llevado a Warner Bros., titular actual de los derechos de adaptación de los comics editados por DC, a reconocer que están teniendo lugar una serie de reuniones entre ambas compañías para explotar de manera más productiva y a más niveles las franquicias que puedan producirse a partir de ahora. Quizás el mayor problema al que se enfrenta la Warner es que DC carece de personajes tan carismáticos como la Marvel, excepción hecha de Clark Kent y Bruce Wayne, por lo que la editora podría verse obligada a actualizar la imagen de algunos personajes con potencial para ser versionados en la gran pantalla.