Carlitos es un niño huérfano que a sus 12 años únicamente sueña con convertirse en estrella del balompié. Sin embargo, la institución donde se encuentra recluido mientras espera que algún matrimonio se interese por su adopción no resulta ser el lugar más adecuado para que desarrolle sus habilidades futbolísticas. De ahí que tenga que ingeniárselas como pueda para que finalmente le acepten como integrante de la selección española en el Campeonato Europeo Junior, aunque ello traiga graves repercusiones para sus amigos y para él mismo.
Ante todo destaquemos que Carlitos y el campo de los sueños es una película claramente orientada al público infantil, y que al menos en ese aspecto se logra el objetivo de contentar a los más pequeños de la casa. Qué menos cabría esperar si tenemos en cuenta que por ahí anda Emilio Aragón de productor (además de componer la música), y que el bueno de Miliki también hace acto de presencia en forma de personaje secundario, de modo que los niños no saldrán traumatizados por ningún contenido inapropiado. Lo más picante de la cinta es una breve aparición de la explosiva presentadora televisiva Pilar Rubio, así que ya pueden hacerse una idea de por dónde van los tiros.
Entre los mejores valores cuenta con las interpretaciones de José María Pou como despótico director del orfanato donde se desarrolla buena parte de la acción, así como las de los tres jóvenes amigos del protagonista, que están bastante correctos. También es positivo volver a encontrarse con Gustavo Salmerón después de un par de años sin estrenar ninguna película.
Sin embargo, y pese al entretenimiento que pueda suponer la historia en general para los niños de Primaria, los adultos acusarán el tono demasiado simple del argumento, así como los poco cuidados efectos infográficos –en los contados momentos en que se echa mano de ellos– o lo bochornoso de ciertas publicidades más o menos encubiertas que por un momento nos confunden y nos hacen buscar inconscientemente el mando de la televisión.
Y qué decir de las retransmisiones de partidos de fútbol que hay hacia el final de la película, con algún presentador deportivo de Antena 3 (también productora implicada) que no se sabe muy bien qué pinta por allí. Añadan canciones variadas a cargo de grupos como Pignoise y similares y la sensación de producto para la pequeña pantalla se acentúa más aún.
En definitiva, entretenimiento justito para los más pequeños. Que sus padres resten un par de puntos a la nota que hay debajo de esta crítica y decidan si vale la pena distraerlos así en estos días previos a la vuelta al colegio.