Tras ser excusa de una serie televisiva de dibujos animados tradicionales y una posterior revisitación de la misma en formato de animación por ordenador, las Guerras Clon se convierten ahora en producto cinematográfico, a modo de precalentamiento para lo que será la continuación de la mentada serie pensada para la pequeña pantalla, ofrecida por Cartoon Network y elaborada por la división de Lucasfilm que se encarga de este tipo de proyectos animados.
Star Wars: The clone wars se sitúa entre los episodios II y III de la saga galáctica ideada por George Lucas, quien sigue empeñado en sacarle el máximo rendimiento económico a sus retoños. El argumento gira en torno al rescate del hijo de Jabba el Hutt por parte de dos jedis, Anakin Skywalker y la joven Ashoka Tano, una padawan que le encomiendan a éste para su entrenamiento. Su misión estará sembrada de peligros, dificultades y traiciones por parte de sus enemigos, los Sith, que se encuentran empeñados en tomar el control de todos los mundos conocidos.
Los seguidores más acérrimos encontrarán todos los elementos que les atraen de este tipo de historias: batallas entre naves espaciales, tiroteos con armas láser, enfrentamiento de sables de luz, androides de combate, caballeros jedi en acción... aquellos a quienes se les atragantaran ligeramente las tres nuevas películas que se sacó de la manga Lucas recientemente, sin embargo, es posible que encuentren algo confusa la trama, ya que se sigue de cerca el modo en que funcionaban aquéllas.
El estilo de la animación no está cuidado por igual a lo largo de todo el film. En algunas escenas con naves espaciales es fácil creer que estamos visionando un producto de imagen real, pero por el contrario cuando se da más protagonismo a los personajes supuestamente de carne y hueso, son más apreciables los defectos (las barbas de Obi-Wan Kenobi o el conde Dooku parecen puro cartón piedra).
En cuanto al ritmo, hay una sobreabundancia de batallas que acaba por saturar, y que tendrían su emoción, si no fuera porque somos conscientes de que los jedis son seres muy poderosos que pueden salir airosos de prácticamente cualquier situación embarazosa donde se vean metidos. Esta circunstancia resta implicación por los personajes y hace que nos dé un poco igual lo que les acontezca en el trayecto que va entre el planteamiento y la resolución de cada conflicto.
Una de cal y otra de arena: la padawan que comparte protagonismo con Anakin –nos atreveríamos a decir que la versión animada del personaje resulta más expresiva que aquella que componía el impávido Hayden Christensen– termina por hacerse algo cargante y repelente, y sin embargo se saben introducir detalles que sirven de desahogo cómico a la trama, como es el caso de algunas intervenciones de los Jawa o de los ineptos robots asesinos de los Separatistas.
Haciendo balance, más que “guerras” (como promete el título) tenemos una simple escaramuza demasiado anecdótica como para que consideremos indispensable su visionado. Eso sí, seguro que los fanáticos pasan por taquilla religiosamente. Al fin y al cabo ése es el objetivo final para que George Lucas siga exprimiendo la gallina de los huevos de oro.