Revisión de un clásico del oeste de Delmer Daves protagonizado por Glenn Ford y Van Hefflin, el originalmente titulado 3:10 to Yuma es una de las películas más admiradas por el director James Mangold, que ya bautizó al personaje interpretado por Sylvester Stallone en su quizá poco apreciada Cop Land con el apellido Hefflin, en honor del actor que encarnaba al asesino en el original.
Es posible que las seis nominaciones y el Óscar femenino de su anterior filme, la biografía del cantante Johnny Cash titulada En la cuerda floja, hayan dado aire suficiente al realizador para llevar adelante este ambicioso y acariciado proyecto. Proponer un western cuando todo el mundo daba por cancelado el género tras la incuestionable Sin perdón no ha debido ser tarea fácil. Probablemente la calidad del guión escrito por Michael Brandt y Derek Haas, autores también de ese taquillazo que será Wanted, sobre el guión original de Halsted Welles ha superado las iniciales reticencias.
En esta nueva versión un orondo y sobrado Russell Crowe encarna al bandido y asesino Ben Wade que, tras ser capturado, es conducido por un heterogéneo grupo de voluntarios hasta el tren que le lleve a la prisión de Yuma. Entre ellos hay un ranchero, militar retirado y cojo, interpretado por Christian Bale, que aprovecha la misión para conseguir el dinero que haga reflotar la vida de su familia, agobiada por la sequía y la construcción del ferrocarril que expropiará sus tierras.
Si El caballero oscuro, curiosamente también protagonizada por Bale, ha señalado con inusual destreza lo que debe ser el cine contemporáneo, esa mezcla de fantasía, entretenimiento y drama que cuestione la ética humana en el marasmo social que hemos construido, este tren camino de Yuma no es otra cosa que ese mismo artefacto dramático trasladado desde las calles de Gotham a los no menos fantásticos desiertos tejanos. Dado que esta película es anterior a la última aventura del hombre murciélago, no debería ser gratuito concederles el mismo mérito de esa visión a sus autores.
Apoyado en el film de Daves y en la ineludible Solo ante el peligro, Mangold comienza recreándose en los topicazos del género, puerta batiente de saloon incluida, para levantar el vuelo a base de episodios de acción que van esculpiendo la personalidad de los dos protagonistas hasta convertir su relación en un ensayo, una obra dialéctica acerca del bien, el mal y el legado social que generan sus actos.
Lo que William Munny representó en un único y complejo personaje para Clint Eastwood, aquí se encuentra ya desdoblado sin necesidad de acudir a un detonante, el alcohol en aquélla película, para que la frontera entre Jekyll y Hyde, entre el Munny despiadado y el honrado ranchero, brote. Ben Wade y Dan Evans son realmente la misma persona y sus particulares historias no son otra cosa que el fruto obtenido a través de sus elecciones vitales.